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El azar y la necesidad

 

José Carlos MAURICIO, LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

 

La política canaria lleva ya muchos años en la improvisación, sin rumbo y sin metas, olvidando qué la explica y la justifica * ¿Pueden sobrevivir gobiernos en minoría en las circunstancias tan complejas que vive actualmente la política nacional y la autonómica?

 

Cuando el miércoles pasado, Fernando Clavijo firmaba los decretos de nombramiento de nuevos consejeros, seguro que pensó, satisfecho, que estaba formando un buen gobierno. De gente competente o prometedora y, sobre todo, equilibrado entre las islas. Pero es posible que también se le pasase por la cabeza que podría ser el último de Coalición Canaria, después de 24 años seguidos en el poder. Después de darle unas cuantas vueltas más a esta idea, intentó superar la sensación de vértigo ante el precipicio pensando que si bien podría ser el último de esta etapa, a lo mejor sería también el primero de un nuevo ciclo político en que estaba entrando la política canaria.

 

¿El último o el primero? ¿De qué dependerá: de la suerte, de la astucia o del nuevo cuadro político que empieza a configurarse en Canarias y que, sin duda, será el reflejo del que se configurará en España a partir de los próximos congresos de todos los partidos? Esta situación nos lleva a una reflexión: ¿los cambios en el poder son la consecuencia lógica de la evolución de las necesidades de la sociedad o son más bien producto de factores imprevistos y circunstancias especiales creadas por los equilibrios y luchas de poder, que hemos acordado en llamar “azar”? Al final la pregunta es: ¿en la lógica de los cambios, se impone el azar o la necesidad?
¿Pueden sobrevivir gobiernos en minoría en las circunstancias tan complejas que vive actualmente la política española y la canaria? Desde luego no resulta fácil. Clavijo sabe que su partido ha entrado en una fase casi terminal. Pero también sabe que para sustituirlo otros partidos tienen que ofrecer a la sociedad el proyecto serio y maduro que necesita urgentemente Canarias. Y la realidad es que por ahora nadie lo ofrece. No basta con una improvisada alianza táctica que sume diputados para una moción de censura. Se necesita, además, una propuesta de futuro, una visión estratégica que responda a los nuevos desafíos a que se enfrentan las Islas en un mundo que ha cambiado.

 

Los partidos canarios se reunirán los próximos meses en sus congresos para intentar definir qué quieren ser, que le proponen a la sociedad, que proyecto político de futuro ofrecen a Canarias. En esos congresos tendrán su oportunidad, pero no se sabe si acertarán. De momento, lo indicios no invitan a la esperanza. Más bien confirman que repetirán sus mismos tópicos y lugares comunes que poco tienen que ver con las necesidades profundas de Canarias. Por su parte, Clavijo acaricia también la idea que el vacío político actual dé a Coalición Canaria la posibilidad de ofrecer un proyecto nuevo, renovado y adaptado al nuevo tiempo histórico. Lo que exigirá a Coalición Canaria cambiar, renovarse y refundarse.

 

Para eso necesita tiempo. Ese bien tan escaso con el que el Gobierno de Clavijo apenas cuenta. Ya no le quedan amigos, ni siquiera adversarios: solo enemigos. Está, como Gary Cooper, sólo ante el peligro. Ha perdido los espacios amplios y abiertos que ofrece la política con gobiernos en mayoría. Se ha metido por un estrecho desfiladero, entre dos montañas llenas de indios. A un lado los sioux y al otro los apaches. Ambas tribus rivalizan en lanzar desde lo alto enormes pedruscos sobre una destartalada diligencia que a la mayor velocidad posible quiere evitar que le aplaste una de las grandes rocas.

 

Si logra evitarlo no será gracias a la fuerza de sus caballos, sino a la mala puntería que hasta ahora han demostrado los indios. Pero eso sí, que nadie tenga dudas, tirarán a matar. Se acabaron las vacilaciones y las contemplaciones. Llevan 24 años esperando. Y están hartos de soportar al mismo partido gobernando Canarias durante un cuarto de siglo. Piensan, por tanto, que ha llegado el tiempo de acabar con Coalición Canaria y ser ellos los que gobiernen. Lo único que falta es acertar en elegir el momento, porque la justificación ya está creada.

 

24 años en el poder

Coalición Canaria nació en 1993 no como producto del azar, ni de la casualidad. Solo fue fruto de la necesidad. En la década del noventa del siglo pasado, España en general y Canarias en particular sufrieron una crisis económica y social que culminaría, posteriormente, en una grave crisis política que se prolongó desde 1993 a 1996. La crisis puso en cuestión en Canarias las limitaciones de sus instrumentos de autogobierno, la escasa financiación de sus servicios públicos y la rigidez y vulnerabilidad de su modelo económico y fiscal. Todas estas insuficiencias no le permitían adaptarse y competir en un entorno internacional cada vez más complejo.

 

La necesidad de dar respuesta a estos difíciles retos que el sistema político de entonces no daba, explica el nacimiento de Coalición Canaria. Se formó con la integración de partidos diversos, con espacios ideológicos distintos y de distintas islas. Pero acertaron en unirse poniendo por delante lo que eran entonces los intereses generales de Canarias. Dijeron: “Canarias lo primero” y, para eso, “unidos por Canarias”.

 

Respondían a una necesidad y esa es la razón de que el invento, con todas sus insuficiencias, funcionara. Se negoció un pacto global con el Estado, que amplió el Estatuto de Autonomía, elaboró un nuevo Régimen Económico y Fiscal, consiguió la integración diferenciada en la Unión Europea, pactó un Plan Especial de Empleo, grandes convenios que regularon la inversión del Estado y financiación suficiente para los grandes servicios públicos, Educación y Sanidad.

 

Fue un tiempo en que la política dio respuesta a las necesidades de la sociedad y por ello Coalición Canaria ha gobernado tanto tiempo. Ocupó la centralidad del espacio político, representó “el factor canario” en unas islas alejadas y dio la respuesta adecuada al momento crítico que vivía el Archipiélago. Pero la necesidad histórica ha cambiado. El mundo siguió evolucionando, tanto que para adaptarse Canarias necesita ahora también transformar y modernizar su sistema económico y educativo y sus instrumentos de autogobierno. Pero en este momento que se inició hace unos años, Coalición Canaria ya no da las respuestas a los nuevos retos. Perdió la visión y la comprensión de las nuevas necesidades, se anquilosó en el poder y olvidó su razón de ser. Acabó la necesidad y se impuso el azar.

 

El azar y la necesidad 

En momentos así se impone la pregunta: ¿qué hace funcionar y determina realmente la política, el azar o la necesidad? ¿Existe una lógica de los acontecimientos, una determinación previa a ellos, eso que llaman “el sentido de la historia”? ¿O, realmente no existe tal y, al final, siempre se impone lo imprevisible, la suerte y la improvisación? ¿Quién decide la historia, la velocidad de la caravana o la puntería del indio?

 

Los grandes científicos nos cuentan que una de las cuestiones centrales de la física moderna es la relación entre azar y necesidad, entre la indeterminación y el determinismo. Otros dicen que no todo se puede explicar por la lógica de los hechos, ni por las leyes de la física o de la historia. Apareció entonces la incertidumbre, que decía Heisenberg. Grandes científicos posteriores demostraron que no siempre las órbitas de los electrones se pueden prever: a veces inesperadamente se modifican.

 

Einstein sin embargo decía que lo que llaman azar es solo ignorancia e incomprensión por no conocer todavía las leyes que lo regulan. De ahí su famosa frase: “Dios no juega a los dados”. Debe ser verdad lo que dijo el talento más grande del siglo XX: las leyes de la naturaleza no juegan a los dados. Pero las leyes de la historia sí, porque ahí interviene la libertad de decisión de los hombres. La prueba es que la política canaria lleva ya muchos años en la improvisación, sin rumbo y sin metas, olvidando la necesidad que la explique y la justifique. La política canaria juega permanentemente a tirar los dados. Y lo más grave es que no sabemos cuándo dejará de hacerlo.

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