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El disputado voto del diputado Quevedo

 

Francisco Pomares

 

Para que exista el voto 176 tienen que existir el 175 y el 174 y todos los demás. Cualquier voto que falte cambiaría el rol teórico de Pedro Quevedo. Su fuerza consiste en haber llegado tarde a la negociación, cuando ya se contaba con los primeros 175. El proyecto de presupuestos generales del Estado ya pasó el trámite de las enmiendas a la totalidad (con el voto en contra de Quevedo), y lo que ahora queda son las enmiendas parciales. El presupuesto puede modificarse hasta que se parezca como un huevo a una castaña, pero para hacerlo tienen que ocurrir dos cosas: que los partidos de la oposición encuentren cómo financiar las enmiendas (hay que decir de dónde se saca el dinero que cuesta hacer cada cambio, a qué otra partida se le quita) y que se pongan de acuerdo en quitarle a un tercero el dinero para imponer sus modificaciones. Un ejemplo: supongamos que los catalanes quieren conseguir que suba el dinero que se destina a Cataluña. Y proponen detraer ese dinero de partidas destinadas a invertir en el País Vasco. Teóricamente, toda la oposición podría votar eso. Pero... ¿votaría el PSOE detraer recursos concretos al País Vasco, donde gobierna con el PNV? En la práctica, tumbar un presupuesto por la vía de las enmiendas parciales es bastante difícil: nadie se atreve a reducir los dineros destinados a la función pública, a la sanidad, a la educación, a las pensiones, o a cualquier gasto que suponga crear problemas a colectivos concretos. Tampoco es fácil tumbar inversiones localizadas, o que afecten a intereses importantes. En general, lo que podría retocarse son cosas como el dinero disponible para gastos políticos, algunas inversiones de defensa que afecten a compras, recursos a disposición del presidente... Con todo eso se le puede hacer bien la puñeta a un Gobierno, pero en la práctica el presupuesto sigue siendo básicamente el mismo. De hecho, los gobiernos de mayoría relativa suelen transar multitud de pequeñas cantidades para lucimiento de los partidos de la oposición.

 

Quevedo representa el voto 176 si apoya al Gobierno, pero sólo es el voto 175 si apoya a la oposición. Supongo que por eso se refirió a él Rajoy calificándole de medio diputado. Eso cabreó lo suyo a Quevedo, pero eso no es tan importante. Tampoco lo es que Quevedo pueda decir un día que los Presupuestos no tienen nada que ver con la reforma de las normas electorales y al día siguiente lo contrario, y así un día una cosa y otro día otra. Quevedo es un diputado, y que cambie de criterio según conveniencia y a todas horas tampoco tiene ninguna importancia. Lo importante es que Quevedo sabe que si Rajoy se enfrenta a unos Presupuestos que no pueda gestionar, convocará elecciones. Unas elecciones para las que el único partido que está preparado es el PP. No lo están ni el PSOE -metido en su propia pelea ombliguista- ni Podemos -instalado en sus teatrales operaciones de trampantojo- ni tampoco Nueva Canarias. Nueva Canarias siempre ha colocado a su diputado yendo en coalición con alguien. Quevedo ha sido diputado en 2011 con Coalición Canaria y en 2015 y 2016 con el PSOE. Si se convocan elecciones, Quevedo dejaría de ser diputado, y sabe que le costaría volver a serlo en las filas del PSOE. Porque no están los socialistas precisamente para regalar actas a nadie.

 

Y todas esas cuestiones las sabe el PP. Desde el primer día. Está feo decirlo, pero la independencia real del voto 175 y medio para votar contra los Presupuestos es en realidad muy escasa: por eso lleva Quevedo pidiendo ser llamado a negociar desde el primer día. Y si se compromete a votar a cambio de poco, le van a dejar que haga el paripé y que presente sus éxitos. Pero algunos van a contar esos 500 millones que nos dice Quevedo que vale su voto. A ver si es verdad que aparecen.

 

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