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El "Pabliscito"

 

Alex Solar

 

Vaya por delante que he sido votante de Podemos (en Alicante), que me considero de izquierdas de toda la vida (padres comunistas, si bien uno de ellos solamente en sus años mozos) y que mis ideas me causaron perjuicios considerables, entre otros este exilio que ya es definitivo.

 

Hablando de esa patria perdida (Chile) de la que nunca dejaré de hablar, recuerdo que causaba escozor entre los propios militantes del Partido Comunista de Chile el estilo de vida del vate Pablo Neruda, poseedor de varias casas además de objetos de valor incalculable. El poeta de los Veinte Poemas, famoso en el mundo entero, había nacido en cuna de hierro, con un padre empleado del ferrocarril y huérfano de madre a poco de nacer. Sin embargo, a decir de sus críticos “se aburguesó” tras una vida en la que desempeñó la diplomacia como carrera en vez del humilde oficio de profesor de francés. Sus mansiones, abarrotadas de los souvenirs de viaje obtenidos en bazares, subastas y rastrillos del planeta (mascarones de proa, mobiliario náutico, obras de arte, colecciones de caracolas exóticas) eran la comidilla de los envidiosos que criticaban que un comunista adorador de Stalin viviera una vida de sibarita en medio de ambientes lujosos. Ni tanto ni tan calvo, aunque Neruda lo era, esto último. Yo visité dos de esas casas y pude comprobar que las había ido reformando poco a poco y embelleciendo a su manera con objetos que denotaban su espíritu recolector manifestado desde la infancia, cuando en las paradas del tren de su padre bajaba a la pradera para recoger piedras y escarabajos que llamaban su atención. En Chile a esto se le llama ser “cachurero” y Neruda era un Diógenes de lujo que adornaba sus casas con fantasía y a menudo con gusto bastante discutible. En La Chascona, su casa del puerto de Valparaíso, pude ver un horrible jarro de cerveza con un reborde “salva bigotes”, por ejemplo.

 

Otro personaje de la izquierda de mi país natal, Salvador Allende, fue blanco de las críticas de tirios y troyanos por su forma de vida burguesa. Se llegó a decir, explicaba él mismo la anécdota, que “tenía mil bares”. En realidad había tenido un “milk bar” (bar lácteo) aunque él no probara la leche sino los mejores caldos de la viña chilena e internacional, además de espirituosos escoceses por hectólitros. Cuando la Junta Militar entró en sus dominios, una especie de fastuosa granja fortaleza custodiada por sus guardias de corps, un ejército de guardaespaldas selectos, sacaron camiones militares repletos de botellas para llenar mil bares.

 

Todo esto me viene a la mente ahora que se anuncia el “Pabliscito” por el casoplón de Galapagar, que más bien que suena a “¡Ala, a pagar!” porque sus propietarios se han entrampado hasta las cejas en el perverso sistema hipotecario que deberían combatir en vez de someterse a él.

 

Vaya también por delante que cada uno es dueño de hacer lo que le venga en gana con su dinero en este sistema capitalista. Pero una cosa es la ética y otra la estética y en este caso la última ha salido afectada y las consecuencias no se han hecho esperar.

 

El Papa Francisco eliminó algunos aspectos del boato pontificio haciendo una hábil operación de cirugía plástica eclesiástica. Porque sabe mucho, más por viejo que por diablo. Más sincero parece Pepe , el uruguayo, que vive y viste como un indigente.

 

El “Pabliscito” que viene no será un “Pablicidio”, eso por seguro. Las bases agacharán la cabeza, mucho me temo , ante el chantaje. Si esto ocurre, espero que nunca la pareja llegue a tocar el poder. Recuerden a los Ceaucescu.

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