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El rapto de Europa

 José Carlos MAURICIO, LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

 

La juventud inglesa será quien decida si seguir la construcción europea, a pesar de que los grandes poderes la hayan convertido en un mercado sin alma * La campaña del miedo no termina de frenar el avance de la nostalgia del imperio

 

El próximo día 23, tres días antes de las elecciones en España, el Reino Unido decidirá si se queda –remain- o se va –leave- de la Unión Europea. Estas son las dos palabras sobre las que tienen que pronunciarse el próximo jueves los ciudadanos británicos. Es una decisión histórica sobre si siguen participando en el proceso de construcción europea o, por el contrario, deciden aislarse e intentar convertir de nuevo a Britain en un poder global, como lo fue en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX.

 

El debate se ha convertido en un tema trascendente a nivel mundial, aunque la decisión la tomarán solo los ciudadanos del Reino Unido: ingleses, escoceses, galeses e irlandeses del norte, que votarán de forma distinta. Pero todos los grandes poderes globales saben que el Brexit, la salida, tendrá efectos importantes en todos los países del mundo. Los grandes organismos económicos internacionales coinciden en señalar que si el Reino Unido abandona la Unión Europea se podrá producir un efecto cadena en todo el continente. Que, a su vez, lo tendrá en todo Occidente. Dicen que puede tener un efecto equivalente a la quiebra bancaria de Lechman Brothers, que provocó la gran crisis y la recesión mundial que se inició en el 2008.

 

Una segunda recesión puede producirse efectos gravísimos en el fortalecimiento del nacionalismo económico y el populismo político que avanza en una gran parte de los países europeos. En Holanda, país históricamente ligado al Reino Unido, crecería la derecha nacionalista y, posiblemente, terminarían por exigir un referéndum semejante al británico. En Suecia y Dinamarca, algo parecido. En las elecciones francesas del año que viene, el Frente Nacional de Marie Le Penn podría llegar a algo insólito: ganar las presidenciales y, por supuesto, exigir otro referéndum. No olvidemos que en 2005, los ciudadanos de Francia y de Holanda votaron en referéndum contra la Constitución europea, lo que obligó a convertirla en un simple Tratado. En Alemania avanzaría notablemente la nueva opción nacionalista y populista que es Alternativa por Alemania, que está avanzando notablemente ante el fuerte desgaste que la inmigración está produciendo en el Gobierno de Merkel. Lo mismo ocurre en Austria, Polonia y Hungría. El fantasma del nacionalismo xenófobo y agresivo recorre Europa.

 

Un líder laborista inglés acaba de decir: “Si en el referéndum votáramos economía, los partidarios de Europa ganarían ampliamente. Pero si votamos inmigración, ganarían claramente los partidarios de irnos de Europa. Es cada vez más evidente que la crisis económica y social, junto a las grandes emigraciones, y el desprestigio de las élites políticas, está provocando una auténtica conmoción en los más importantes países del mundo. Esa conmoción recuerda algo al periodo de los años 30, posterior a la grave crisis de 1929, que condujo al ascenso de los nacionalismos agresivos y al fascismo, antesala de la segunda guerra mundial. Por eso la alarma no se puede considerar infundada. Estos días se ha dicho: “Si seguimos por el mismo camino y la situación se agrava, podemos encontrarnos en 2017 con una auténtica pesadilla que hasta hace poco nos parecía imposible. Se imaginan ustedes un mundo gobernado por Donald Trump, Marie Le Penn, Haider, el nacionalista inglés Boris Johnson, Erdogan, Putin y Xi Linping. De momento no parece probable un escenario así. Pero por primera vez esta inimaginable locura, sí parece posible”.

 

El corazón y la cabeza

A principios de este año, el primer ministro inglés, David Cameron, exigió a la Unión Europea un status especial del Reino Unido, con competencias especiales en inmigración, moneda, financiación y el derecho a quedarse al margen en el proceso de integración política de la Unión. Cameron exigió que si le aceptaban ese status tendría que ser ratificado en referéndum por el pueblo británico. En ese momento, un 60% era favorable a la Unión y un 40% partidario de dejarla. Cameron pensó que la aceptación de ese “status especial” haría crecer el número de europeístas y disminuir lo que llaman “euroescépticos”. El chantaje de Cameron dio resultado y el Consejo Europeo, a regañadientes, aceptó las condiciones del Reino Unido. Se justificó diciendo que la victoria en el referéndum supondría un éxito, no sólo para Cameron sino también para el proyecto europeo.

 

Pero el efecto fue el contrario al previsto: Cameron, un líder político tan brillante como superficial, abrió de forma irresponsable “la caja de Pandora”. Y como en el mito clásico se liberaron todos los males, los malos vientos y las peores tempestades. El famoso “derecho a decidir” resucitó los viejos fantasmas de la nostalgia. Del viejo esplendor con el que muchos ingleses sueñan pero al que no pueden volver. No olvidemos que “la patria” en inglés se dice fatherland, la tierra de los antepasados. La tierra de las tradiciones y emociones que configuran la identidad. En estos días, los ingleses han vuelto a recordar todas sus grandes y viejas victorias contra los poderes hegemónicos que en cada tiempo dominaron Europa. Se emocionan con el recuerdo de la reina heroica, Isabel II, derrotando a la Armada Invencible de Felipe II; recuerdan a Lord Nelson y su gran victoria de Trafalgar, con una alta columna sobre su pedestal en el centro de Londres; al gran Wellington, extraordinario vencedor en Waterloo contra el invencible Napoleón. Y también a Churchill, recordando emocionados a los aviadores ingleses que derrotaron a la fuerza aérea de Goering y Hitler en la batalla de Inglaterra: “Nunca tantos -decía Churchill- debieron tanto a tan pocos”.

 

Pero una cosa son “las razones del corazón que la razón no entiende” y otra son las razones de la economía y los negocios, la llamada razón económica que todo el mundo entiende. Sobre todo esa parte de la sociedad anglosajona que antes que cualquier otra cosa se considera gente pragmática. “Podemos perder 800.000 empleos”, dice el ministro de Hacienda. “El Brexit puede hacer un daño irreparable al gran coloso financiero que es la City”, editorializa el Financial Times. “Nos hundirá en una larga recesión”, vaticina el gobernador del Banco de Inglaterra. Y, sin embargo, por ahora “la campaña del miedo”, the project fear, no termina de frenar el avance de la nostalgia del imperio. De momento, la cartera no puede con el corazón. Las últimas encuestas siguen reflejando un avance del abandono de Europa. Lo que ha provocado una auténtica conmoción entre los grandes poderes económicos y políticos de la sociedad internacional.

 

Un poco a la desesperada, ha tenido que entrar en campaña el ex presidente del Gobierno inglés, el laborista Gordon Brown, para dejar de lado los intereses y empuñar la bandera de otros ideales y valores. En un acto lleno de emotividad y simbolismo, Gordon Brown, delante de la Catedral de Coventry, que fue destruida por la aviación alemana en 1940, dijo en tono solemne: “Durante los últimos mil años, las naciones de Europa estuvieron en guerra. En cada siglo, las naciones europeas pelearon por la supremacía. En cada generación, salvo la nuestra, nuestra gente moría y ahora está en paz. Europa lleva 70 años construyéndose en paz. Hoy las únicas batallas son de las ideas, en donde luchamos con argumentos y no con armamentos. La Europa que estamos creando no puede ser solo un mercado, es sobre todo y antes que nada una comunidad. Una comunidad de naciones que quiere llevar sus ideales de paz y progreso a todo el mundo. Esa en nuestra Europa y el Reino Unido debe participar en el esfuerzo de orientarla y liderarla y hacerla avanzar en la dirección de la paz y el progreso mundial”.

 

El discurso de Gordon Brown, lleno de apasionada oratoria, ha sido visto en estos últimos días millones de veces en facebook y ha movilizado a muchos jóvenes que no lo estaban. Y que son mayoritariamente partidarios de la Europa de la que habla Brown. Mientras tanto, los mayores de 45 años, según las encuestas, son en su mayoría partidarios de abandonar la actual Europa en crisis. El próximo jueves sabremos si la juventud inglesa, la misma juventud que decidió la batalla de Inglaterra, decide ahora seguir construyendo Europa. Aunque esté harta, como toda la juventud europea, de cómo se ha construido Europa en estos últimos años. De cómo los grandes poderes la han convertido en un mercado sin alma. De cómo se ha perpetrado el rapto de Europa, como en la leyendo clásica. El rapto de una hermosa idea para convertirla en su contraria.

 

 

 

 

 

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