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Europa en pedazos

Por José Carlos Mauricio

Publicado en La Provincia


Puede parecer una exageración decir que la fase actual del proceso de construcción europea pasa por un momento crítico. Europa en vez de acelerar su proyecto de integración, se descompone en pedazos y da la impresión que inicia su desintegración. La realidad es que a punto de cumplirse sesenta años del Tratado de Roma, la Unión Europea está pasando por una de sus mayores crisis y su integración en vez de avanzar retrocede de forma alarmante.

Así, el Consejo Europeo que se reúne esta próxima semana, 17 y 18 de febrero, tiene que debatir sobre un conjunto de desafíos, todos muy complicados. En primer lugar, amenaza de una nueva recesión económica o un largo estancamiento, que confirma la recaída en las viejas enfermedades de la banca europea. El Reino Unido, por su parte, amenaza con convocar para el próximo 23 de junio un referéndum en que sus ciudadanos decidirán si rompen o no con la Unión. Y aún peor, los países europeos se están enfrentando con gran dificultad a la enorme avalancha inmigratoria, de millones de personas, que huyen de la miseria y los desastres de la guerra. Europa contempla con estupor cómo se le incendian todas sus fronteras.

El Consejo Europeo

La Cumbre de la próxima semana está convocada para intentar dar respuesta a todos estos enormes desafíos. Aunque lo habitual suele ser solo poner parches a las grietas que se abren en las estructuras políticas del continente. Sus instituciones están desbordadas, no tienen capacidad ni competencias para poder afrontar las diversas crisis. La Comisión Europa parece paralizada y el Gobierno alemán de la señora Merkel, dividido y debilitado. El tremendo impacto de un millón de refugiados en apenas un año y otros tantos que se esperan, ha producido una tremenda tensión social y política en la sociedad alemana. A lo que se une el fuerte impacto psicológico en el orgullo alemán que han supuesto los problemas de la Volkswagen y ahora el Deustche Bank. Merkel ha dejado de ser de pronto la supercanciller de Europa en que todos confiaban y “el apagafuegos” de todos los conflictos.
A su vez, Francia sigue con un gobierno renqueante que ha abandonado la dirección de la política europea. El sur se rebela ante la prolongación de las políticas de austeridad y sus gobiernos son cada vez más inestables y frágiles. En el este, obsesionado con Rusia, resurgen los viejos nacionalismos cuando el Reino Unido y otros países nórdicos quieren introducir políticas inmigratorias restrictivas para el resto de los trabajadores europeos. Y en medio de este lío surge el Reino Unido, con Cameron, exigiendo “menos Europa, más soberanía británica y, si no, referéndum para marcharse”.

Manuel Valls, primer ministro de Francia, se ha presentado en el Consejo Europeo diciendo: “O somos capaces de hacerle frente y superar esta gravísima crisis o el proyecto europeo puede morir; no en décadas o en años, sino muy deprisa, en poco tiempo”.

El Brexit

Hasta hace un año, Europa hablaba solo del Grexit: la salida de Grecia de la Unión Europea ante su quiebra económica, que no habían podido evitar los sucesivos rescates. Pero ahora sólo se habla del Brexit: la amenaza de salida del Reino Unido, uno de los países claves de Europa, si no se le aceptan un conjunto de exigencias que suponen de hecho una paralización del proyecto de Unión Europea. Ante la amenaza, el Consejo Europeo le ofrecerá el jueves a David Cameron un acuerdo de nueve puntos: la llamada “propuesta Tusk”, presentada por el presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, después de una larga y compleja negociación con todos los países miembros. Ante la propuesta, Cameron ha contestado que aún son necesarias importantes correcciones y ampliaciones, que se discutirán en el Consejo; pero ha aceptado que la propuesta que le ofrece el Consejo aporte “el cambio sustancial que le exige”.

La semana pasada, el primer ministro inglés daba a conocer ante el parlamento de su país la propuesta y decía que el éxito era el resultado de su paciente y dura negociación. Pero la mayoría de los diputados tories, de su propio partido, le replicó con duros discursos que calificaron la propuesta de insuficiente y los más radicales, de vacía y retórica. Uno llegó a decir “la propuesta vale menos que el papel en el que está escrito”.

Estos diputados conservadores, mayoritarios en el partido de Cameron, representan a lo que es hoy la mayoría de la opinión pública británica. Que según las encuestas, el 46% votaría la salida y el 42% la permanencia en la Unión. A este estado de la opinión pública hay que sumar la mayoría de los periódicos ingleses que se alinean con las tesis antieuropeas. Solo falta por definirse la City, el gran poder financiero mundial que es en realidad el que verdaderamente manda en el Reino Unido. Sus portavoces han declarado esta semana: “Conviene leer con cuidado el posible acuerdo final, para comprobar si hay garantías claras que protegen a Gran Bretaña de una eurozona intrusiva que camina hacia la unión bancaria. Lo que supondría un conjunto de regulaciones que harían mucho daño a la City.

Cameron rápidamente contestó: “Las perspectivas de una Unión Europea más integrada, no obliga a todos los estados miembros a transitar por el camino común. La específica situación del Reino Unido será reconocida y su derecho a no avanzar en la integración política”. O sea, que estamos ante el guatemala o el guatepeor. Si se acepta la propuesta británica y gana el referéndum vamos a lo que se ha llamado la Europa de las dos velocidades, la Europa del euro y la otra. Y, en consecuencia, la Europa del euro frenará su ritmo de integración, seguirá en lo que Merkel llama “la Europa paso a paso”, la de las indecisiones ante los graves desafíos que padece y de las crisis que provoca.

España en funciones

Mientras Europa exhibe sin pudor su grave crisis España, a su vez, muestra la suya. Aunque en realidad las dos son parte de la misma crisis. Rajoy y Sánchez se reunieron el viernes para representar públicamente el nivel de degradación a que ha llegado la democracia española. Enferma de corrupción política, de indecisión para afrontar las urgentes reformas y sometida a interminables negociaciones para formar gobierno. Los jefes de los dos principales partidos del país se reunieron, no se miraron, no se saludaron y, lógicamente, se hablaron pero no se escucharon. Escenificaron eso que se ha llamado reunirse por separado.

Dedicaron la mayor parte de los veinticinco minutos de la reunión a protestar por las declaraciones que hacían los representantes de un partido contra el otro. Y apenas seis minutos para que el presidente del Gobierno en funciones informara al candidato a la investidura la posición que llevará España al Consejo Europeo de Bruselas. Un tema tan importante y decisivo lo despacharon en escaso tiempo, como un asunto de trámite. Lo que refleja la paralización política del país, la de un gobierno en funciones que ha dejado al país en funciones. Sin propuesta ante un Consejo Europeo tan importante. En que Europa se está jugando el ser o no ser. Una Europa en crisis que tiene que decidir, una vez más, si es el ave fénix, capaz de resurgir de sus propias cenizas.

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