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La agenda secreta

Francisco Pomares

 

La filtración grabada y parcial de las intervenciones de Julio Cruz y Patricia Hernández en la Ejecutiva regional del PSOE celebrada este miércoles pasado supone la certificación del diálogo de navajas que también contagia al PSOE canario. Se trata de una práctica -la filtración interesada de las deliberaciones- copiada de comportamientos precedentes que ya se habían producido en Comités Insulares del PSOE tinerfeño, y en el Comité Federal del PSOE, para desprestigiar la posición de los que se oponían a Pedro Sánchez. La intención también es obvia aquí: contribuye a hacer más difícil cualquier aproximación entre el PSOE y Coalición, tarea a la que se han aplicado en estos últimos días quienes no lograron imponer que fuera la Ejecutiva regional quien asumiera la responsabilidad de la ruptura y la comunicara después para su ratificación al Comité Regional socialista. En ese sentido, y a la vista de las cosas que se han sabido, parece obvio que Julio Cruz mintió a la opinión pública cuando dijo que no había negociado con Coalición. Sí lo hizo, y el propio Cruz lo reconoció chapuceramente a sus compañeros, aunque el tráfico de información fue desastroso. ¿Casual? ¿Intencionado? Lo cierto es que Cruz prefirió quedarse de parranda en las fiestas de Agulo, antes que acudir a cerrar la tarde del domingo un acuerdo que evitaba la moción. Y tampoco acudió al encuentro del lunes en Granadilla, después de haber confirmado que lo haría.

 

La bronca monumental desatada en el PSOE nacional y la ruptura de la unidad de acción de los socialistas -por primera vez desde la quiebra de los históricos de Llopis y los renovados de González y Guerra, en los primeros 70- arroja nueva luz a este asunto de la crisis del pacto. Algunos socialistas interpretan ya lo ocurrido, su sorprendente radicalización y virulencia, como un asunto contaminado por lo que pasaba entre bastidores en el PSOE federal. Según ellos, lo que ha pasado en Canarias tiene bastante que ver con la agenda secreta de la bronca que destroza al socialismo español. En efecto, Patricia Hernández, que hasta la crisis del pacto era la candidata más viable a ocupar la secretaría general del PSOE canario en sustitución de José Miguel Pérez, se alinea con claridad -como también Pérez- con quienes apoyan a Susana Díaz. La salida de Patricia Hernández del Gobierno probablemente reduciría sus opciones para hacerse con una de las federaciones con las que Susana Díaz cuenta para retomar el discurso tradicional del PSOE.

 

Pero no parece muy probable que los que tuvieron que negociar por parte del PSOE el arreglo de lo de Granadilla y no lo hicieron actuaran a conciencia. No creo que ese sea el caso de Julio Cruz, pierdepapeles profesional, que prefirió quedarse tomando unos vinos en los tenderetes de la Virgen de la Merced que acudir a las reuniones. Ni tampoco el del otro de los negociadores clave, el presidente de la gestora del PSOE en Tenerife, Héctor Gómez, joven brillante y ambicioso, y junto al diputado grancanario Chano Franquis, uno de los dos hombres de confianza en las islas de Pedro Sánchez, que le puso en la gestora. Es cierto que durante la negociación, Gómez optó por ponerse de perfil primero, y luego por enfadarse con publicidad y desaparecer, igual que hizo Julio Cruz ante el desconcierto de José Miguel Barragán, el mejor aliado del PSOE en el asunto de Granadilla, y al que ambos -Héctor y Cruz- dejaron vendido ante su propio partido. Héctor Gómez se defiende alegando que no fue convocado a las reuniones. Puede que Julio Cruz se olvidara también de hacerlo.

 

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