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La guerra del gas

A BABOR FRANCISCO POMARES

 

 

Al final, nada es verdad ni mentira, todo es cuestión del interés con que se mira: la empresa Disa, que explota el butano en Canarias, ha formalizado ante el Tribunal Superior de Justicia un recurso contencioso-administrativo contra una resolución de Industria que asigna la instalación de la canalización de aire propanado en el Puerto de la Cruz. Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria, tiene ya su primer aliado en la cruzada contra el gas, y es precisamente el grupo que ya vende gas en las Islas, y desearía -como es normal- seguir vendiéndolo sin mucha competencia.

A Disa le asiste todo el derecho del mundo a recurrir un decreto del Gobierno que considera lesivo contra sus intereses y contrario a derecho. Disa considera que el decreto sobredimensiona las necesidades de aire propanado, y arguye que la única red de distribución canalizada ya existente en Canarias, la de Adeje, no tiene demanda doméstica, sólo industrial y hotelera. No la hay, según Disa, porque el butano doméstico está a un precio parecido al del aire propanado, y los usuarios y consumidores (con perdón de la Junta de Andalucía, quise decir "personas usuarias" y "personas consumidoras") que quisieran prescindir del butano deben afrontar el coste de las acometidas y cambios de equipos.

 

La entrada directa de Disa en la guerra del gas ciudad desvela con claridad alguna de las falsedades de este debate: la primera es que en Canarias no hay gas de uso doméstico. Claro que lo hay, lo que está en juego es cómo llega el gas a los domicilios: en una bombona, por un tubo o convertido en electricidad cuando las centrales de ciclo combinado empiecen a usar el combustible para el que fueron concebidas -el gas- y no el mucho más contaminante fuel que se usa ahora. Lo que ocurre es que cada vez que un nuevo producto (o una nueva tecnología) intenta imponerse, los viejos productos (o tecnologías) se defienden presentando lo nuevo como más caro o más peligroso para las personas o las cosas. El gas no es más peligroso que el petróleo, y ni siquiera es más peligroso que la electricidad. Los disparates que se han dicho en los últimos días sobre la peligrosidad del gas ciudad son de risa: por cada persona fallecida como consecuencia de cualquier accidente relacionado con el gas, han muerto ocho electrocutadas y más de noventa en accidentes de tráfico. Y las personas fallecidas en el interior de una vivienda como consecuencia de un accidente de gas son una por cada once millones. Por comparar, si juega usted a la lotería tiene una oportunidad por 80.000 de que le toque el gordo, ciento veinte más posibilidades de que le toque el gordo que de morir por gas. El gas es una de las tecnologías más seguras y fiables que existen, además de mucho más barata y menos contaminante que el fuel o la gasolina.

La pregunta que hay que hacerse es por qué siendo así, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria son las dos únicas capitales de provincia que carecen de gas canalizado, un sistema al que tiene acceso el 80 por ciento de la población española. La respuesta es muy sencilla: por intereses. Porque aquí, en la "España tropical", todo nos llega siempre más tarde y cuando lo más sucio, lo más caro y lo más contaminante ya había entrado primero.

La guerra del gas ha empezado. El gas no es una panacea de nada; ni es perfecto ni resuelve definitivamente los problemas energéticos. Yo no lo pondré en mi casa, caliento el agua con placas solares. Pero quienes dicen que es una maldición y un peligro nos están mintiendo. El gas es sólo otra forma -algo menos mala de la que tenemos- de diversificar la cobertura de nuestras necesidades energéticas. Repartirá el mercado. Y eso siempre molesta a quienes lo monopolizan.

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