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La nueva campaña electoral

 

José Carlos MAURICIO, LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

 

 

“La culpa” del bloqueo no es solo de nuestros dirigentes, por mediocres que parezcan, sino de los electores * Si queremos que el resultado de la nueva votación sea otro, hay que reflexionar sobre el sentido de nuestro de voto

 

Cuando estamos a pocos días de la convocatoria de unas nuevas elecciones, parece oportuno reflexionar sobre las causas que nos han llevado a perder lamentablemente cuatro meses en negociaciones interminables sin que los partidos españoles hayan sido capaces de pactar un nuevo gobierno. Ahora muchos dicen que ir a unas nuevas elecciones significa un gran fracaso y la demostración de la incapacidad de los partidos españoles para entenderse y pactar. Ese fracaso resulta aún mayor en un tiempo de grandes retos históricos en que nuestro país parece necesitado de grandes reformas democráticas, si se quiere de verdad superar la grave crisis económica, social y política que hemos padecido.

En los últimos días se suceden declaraciones de máximos representantes de instituciones claves que expresan su gran preocupación por el vacío político y un claro reproche: “¿Cómo es posible que no se haya sabido escuchar el mensaje que lanzaron los ciudadanos cuando votaron el pasado 20 de diciembre, exigiendo que se negociara la formación de un nuevo gobierno?”. No se puede negar que en un momento tan delicado y difícil, nos han tocado unos líderes políticos de escasa estatura, que hacen propuestas ramplonas y sin eso que se llama “visión de Estado”. Sobre todo si se les compara con los líderes que hicieron la anterior transición, que nos llevó de la dictadura a la democracia. Pero la ineptitud de los líderes no lo explica todo: existen causas más profundas y para encontrarlas deberíamos recordar que la política, buena o mala, suele ser casi siempre el reflejo de la sociedad.

Y que sus males no están solo en la política misma sino también en el conjunto social. 

Para explicarlo, baste un ejemplo: la noche electoral del 20 de diciembre, media hora después de conocerse los resultados, escribí un artículo que se publicó al día siguiente en estas mismas páginas. En él se decía que el cuadro político que había salido de las urnas hacía muy difícil formar gobierno y que parecía inevitable que se fuera a unas nuevas elecciones. Incluso analicé las posibles negociaciones que se producirían y por qué, probablemente, fracasarían. Aunque la predicción pudiera parecer aventurada, en realidad resultaba muy fácil. Para llegar a esa conclusión no se hacía necesario consultar al oráculo de Delfos, solo hacía falta saber sumar y restar y observar las propuestas innegociables que hacía cada partido. Creo que el razonamiento puede sernos útil si tenemos que volver a votar el próximo 26 de junio y, sobre todo, si queremos que el resultado de la votación lleve a su consecuencia lógica: la formación de un nuevo gobierno antes de que acabe el verano y que sea capaz de dirigir el difícil proceso político que va a vivir España.

 

El cuadro político

Recordemos que del 20 de diciembre surgió un cuadro político que es más o menos el siguiente: el Partido Popular fue el más votado aunque con un escaso 28% y 123 diputados. Y aunque sus dirigentes se atribuyeron inmediatamente el derecho a gobernar por ser el más votado, quisieron olvidar que habían perdido casi la mitad de sus votos y unos 60 diputados. El mensaje era que los españoles castigan el uso prepotente de una mayoría absoluta, la radicalidad de los ajustes y, sobre todo, la complicidad con la corrupción. Los más de tres millones de votantes que perdieron estaban expresando que, según ellos, España no necesita un partido conservador y autoritario, sino una derecha reformista, democrática y modernizadora. Pero también debemos recordar que otros siete millones, que les votaron, mandaban otro mensaje: le exigían al PP que mantuviera sus reformas más conservadoras porque entendían que era la única manera de avanzar en la recuperación económica. Es decir, un doble mensaje contradictorio: al PP no le dieron los suficientes votos para que pudiera gobernar, pero si los suficientes para impedir que gobierne otro y que lo haga de otra manera.

Ciudadanos se presentó como esa nueva derecha europea y reformista. Consiguió los más de tres millones de votos que perdió el PP y fueron suficientes para impedir la continuidad de la política conservadora, pero muy insuficientes para imponer un gobierno reformista. El PSOE, por muy poco, volvió a ser el partido más votado de la izquierda. Sus cinco millones de votantes le apoyaron porque se comprometió con claridad y contundencia a no gobernar con el Partido Popular. Y a llevarlo a la oposición para que se regenerara. Esos votantes querían castigar la corrupción y cambiar la reforma laboral del PP, la fiscal, la educativa y avanzar con la reforma de la Constitución en la reforma territorial del Estado. Se ha demostrado que 90 diputados da para bloquear un gobierno del PP, pero no da para crear una mayoría de gobierno capaz de acometer reformas de profundo calado.

Sobre todo, si los votantes le han dado al otro partido de la izquierda casi los mismos votos, el 20%, que en este caso suponen 70 diputados. Pero esos votantes le exigen a Podemos reformas más radicales y profundas que las que propone el PSOE, no solo de las formas y acciones de gobierno sino también del Estado. Y como clave de todo ello y razón de ser del éxito en territorios muy importantes, estos votantes exigen un referéndum de autodeterminación en Cataluña y luego donde se lo pidan. Propuesta imposible de pactar con el PSOE. Por tanto, el pacto de izquierdas sobre el que se ha hecho tanta propaganda se hace con estas condiciones totalmente imposible. Ahora y después de las elecciones del 26 de junio.

Pero resulta que el pacto de derechas tampoco es posible. No suma porque los electores lo decidieron así. Esta es la realidad, la verdad electoral profunda; el resto, solo es escenificación, propaganda y teatro. Por eso, antes de iniciar la nueva campaña electoral deberíamos reflexionar sobre cuál fue el mensaje de los ciudadanos el 20 de diciembre. Y creo que terminaríamos por reconocer que las direcciones de los partidos no han hecho otra cosa que seguir con rigidez y sin imaginación las orientaciones que le han enviado sus electores. Si es así, “los culpables” no son solo nuestros dirigentes, por muy mediocres que parezcan, aquí la culpa es de todos. De lo que decidieron los votantes el 20 de diciembre. Y volverán a tenerla al votar el próximo 26 de junio.

 

La campaña electoral

La nueva campaña empezará el próximo 3 de mayo, pero la real empezó el mismo 21 de diciembre cuando los partidos hicieron cuentas, vieron los programas y comprendieron que era muy difícil formar gobierno. Lo grave es que después del 26 de junio nos encontremos de nuevo con el mismo escenario, con un cuadro político igual de bloqueado. Sin embargo, algunos empiezan a mostrarse optimistas. El pasado viernes, en la reunión del Ecofin en la Unión Europea, nuestro ministro Luis De Guindos, durante uno de los descansos, mantuvo una divertida conversación con el ministro de Economía holandés. Éste le preguntaba por la situación española y De Guindos le explicaba: “Vamos seguro a elecciones. El resultado será muy parecido al actual. Pero con una diferencia, después de las elecciones creo que se impondrá el sentido común y se podrá formar gobierno”. “¿Una gran coalición PP-PSOE?”, preguntó el holandés. “Es posible”, contestó con risas De Guindos. Al incorporarse al corrillo, el ministro de Finlandia comentó: “¿Crees que se podrá formar una gran coalición? Pues en mi país esa experiencia resultó desastrosa. Y en Alemania, los socialistas ya se están arrepintiendo”. Lo que no sorprende, porque los socialistas históricamente suele salir de estas coaliciones muy debilitados.

En cualquier caso, si queremos que los ciudadanos españoles y canarios decidan en las próximas elecciones con conocimiento de causa y se aspire de verdad a formar un buen gobierno, es necesario que la campaña electoral que se inicia sea seria y responsable, sin caricaturas ni descalificaciones. Que se centre en convencernos de lo bueno de sus soluciones y no de la maldad de sus contrarios. Que presenten programas serios y rigurosos, con las exigencias mínimas para pactar con otros sin vetos. Y, a partir de ahí, que los ciudadanos decidan.

Justamente lo contrario a lo que ocurrió en Canarias en las últimas elecciones. Ninguna de las candidaturas ofreció una reflexión seria para los importantes problemas de Canarias, ni de las soluciones que se consideran necesarias. ¿Sería mucho pedir que esta vez se aprovechara el debate electoral para ofrecer a los ciudadanos un diagnóstico riguroso de nuestros problemas reales? Y de las soluciones necesarias para modernizar nuestra economía, internacionalizarla, crear empleo de calidad, superar la grave brecha social y dar un salto cualitativo en la educación, la sanidad y el conjunto del estado de bienestar. Y, sobre todo, cómo financiar todo esto, qué vamos a pactar con el Estado, de dónde saldrán los importantes recursos que necesitamos para construir una sociedad democrática avanzada en la próxima década.

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