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La nueva relación Canarias-África

 José Carlos MAURICIO, LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

La inmigración hizo tomar conciencia a Canarias que tiene que afrontar el reto africano * Solo hace falta una estrategia a largo plazo y aplicarla con tenacidad y recursos suficientes

 

La internacionalización de un Archipiélago Atlántico, como se define Canarias, tiene que marcarse como objetivo convertirse en plataforma y puente entre continentes. Entre los tres continentes con los que Canarias puede crear una relación importante: Sur de Europa, América del Sur-Caribe y el África Atlántica. E intentar ser uno de los hubs de esta zona del mundo, que aproveche las sinergias y multiplique los beneficios de la relación. 

 

Por eso los gobiernos de Canarias han marcado en las últimas décadas, como una de sus prioridades, la creación de un marco de relaciones comerciales y culturales con la zona llamada West-Africa. Una zona que cuenta con más de una docena de países, que están en la fase de salida del subdesarrollo y que se han unido dentro de asociaciones regionales que potencian las relaciones entre ellos. 

 

En la primera década de este siglo se produjo una avalancha de pateras y cayucos, que traían a las Islas un gran número de inmigrantes árabes y subsaharianos. El fuerte impacto que produjo la avalancha ayudó a la sociedad canaria a tomar conciencia que no podía seguir viviendo de espaldas a un continente que está a poco más de cien kilómetros de distancia. El Gobierno de Adán Martín prestó una especial atención a este problema entre 2003 y 2007. Todas las consejerías actuaron al unísono para hacer frente al reto africano. Se pactaron medidas de control de la inmigración masiva en colaboración con el Estado. Y paralelamente se negociaron planes de acción económicos y sociales con los gobiernos de Mauritania, Senegal, Marruecos y Cabo Verde. Estaban en fase de elaboración otros planes con Ghana, Togo y con el conjunto de países de la CEDEAO, la asociación de naciones del África Occidental que incluye a países tan importantes como Nigeria y Costa de Marfil. 

 

Los resultados no fueron espectaculares. El punto de partida era muy bajo y construir una red comercial y logística tan amplia lleva tiempo y grandes esfuerzos, pero aún así se pasó en poco tiempo de 100 millones de euros anuales de exportaciones a más de 300 millones. Es verdad que esta es una cifra que está aún lejos de los 1.000 millones que debería ser el listón a superar para alcanzar una buena marca. En cualquier caso, nos sirvió para comprobar que África era un reto que Canarias podría afrontar con éxito. Solo hacía falta una estrategia a largo plazo y aplicarla con tenacidad y recursos suficientes. 

 

Pero el éxito dependía sobre todo de que las políticas africanas de Canarias, que cuentan con medios y recursos escasos, se coordinasen con las de España. Y en parte con las de Europa, que estaba empezando a definir lo que llama sus políticas de Vecindad y Gran Vecindad. En ese tiempo se logró lo que nunca antes en la historia se había siquiera intentado: la estrecha colaboración de las políticas exteriores del Gobierno español con Canarias. 

 

Fue posible, todo hay que decirlo, gracias a que el Ministerio de Asuntos Exteriores de España estaba Miguel Ángel Moratinos. El único ministro que se preocupó de diseñar una política española hacia la nueva África, que superara la de los viejos asentamientos coloniales. Y que además entendió el importante papel que podía jugar Canarias en esa nueva política africana. 

 

Era la época de las reuniones anuales, que se celebraban en Canarias, de todos los embajadores españoles en África. Ahí se aprobaban medidas y se coordinaban estrategias. Las reuniones aportaron las ideas que luego sirvieron para la redacción de los Planes África. El primero el Plan 2006-2008 y el segundo, 2009-2012. En medio de ellos, en el 2007 se creó Casa África en LasPalmas de Gran Canaria. Institución que permite la coordinación del Gobierno de España con el Gobierno de Canarias. Que se instalara en Canarias no fue fácil y provocó una dura porfía, sobre todo con Andalucía, que exigía que su sede estuviera en Sevilla. Porque Casa América está en Madrid y Casa Asia en Barcelona. 

 

Es evidente que la localización de estas sedes definen bastante las prioridades de la política exterior del periodo Moratinos. Y así quedó plasmado en el segundo Plan África, en donde se destaca la importante función que debe cumplir Casa África. Se dice: “Es un instrumento indispensable de la diplomacia española y europea en los países africanos”. Así debió ser, pero no fue. Aunque podría serlo en el futuro. 

 

Porque los planes están llenos de buenas intenciones que no se cumplen si no van acompañadas de los medios y recursos suficientes y adecuados. El caso es que las exportaciones empezaron a caer a partir del 2010 como consecuencia de la crisis. Y las relaciones Canarias-África también se debilitaron. Todo producto de la crisis europea, que en esos años se agravó, pero no la de África, que vivía entonces “el boom de las materias primas”. Tocamos fondo a partir del 2012, cuando el Gobierno de Rajoy, en su política de ajuste, recortó drásticamente, en un 70%, los fondos de cooperación al desarrollo. Quedó un poco para América Latina y apenas nada para África. España volvió entonces al vacío de su política africana. Y Canarias volvió a su espacio geográfico e histórico de siempre: “terra incognita” que decían en el Medievo.

 

Dastis y Clavijo 

 

Hasta que llegamos a principios del 2017. En un acto celebrado en Madrid a mediados de enero, el nuevo Secretario de Estado de Exteriores explicó que el Gobierno de España intenta recuperar lo antes posible la política africana. Lo que incluye la aprobación en este año de un nuevo Plan África, al que se dotará de los recursos necesarios. Este plan se hace imprescindible para poder llevar propuestas y alcanzar acuerdos en la Cumbre España-África, que se celebrará a finales de este año. Y que irá seguida por otra Europa-África que aspira a renovar los importantes acuerdos de Cotonú, que regulan las relaciones de los dos continentes. 

 

La declaración del Secretario de Estado fue seguida por un acontecimiento relevante y que si se cumple puede ser muy importante. La semana pasada, el presidente de Canarias Fernando Clavijo tuvo una reunión con Alfonso Dastis, nuevo ministro de Exteriores, que ocupó la cartera de García Margallo. No se sabe bien cómo se montó la reunión, pero nos hace sospechar que el viceconsejero de Exteriores del Gobierno de Canarias no siempre juega al solitario y también escucha lo que debe de escuchar. El hecho es que Clavijo demostró sentido de la oportunidad y se apresuró a solicitar a Dastis que la anunciada reunión España-África debe celebrarse en Las Palmas de Gran Canaria, aprovechando el décimo aniversario de Casa África. Si esta propuesta se llevara a cabo ayudaría, sin duda, a hacer visible ante toda África la importancia de Canarias como plataforma de cooperación. Y también la voluntad clara del Gobierno español de darle a Canarias el papel que debe tener en la nueva política exterior española. 

 

Naturalmente, esta propuesta de colaboración debe incluir la participación activa del Gobierno canario en el diseño de las estrategias y prioridades del nuevo Plan África que se anuncia. Que debe servir de marco para reflexionar seriamente sobre la nueva África que empieza a nacer. Una nueva potencia emergente, como ya lo es India, que exige no solo cooperación, sino un trato “de igual a igual”, sin resabios neocolonialistas. Como se ha demostrado en la reunión de la Unión Africana de Adis Abeba, del pasado 29 y 30 de enero. Allí los líderes africanos han manifestado que han tomado conciencia de su creciente fuerza y de su enorme potencial, que se desplegará en las próximas décadas. El “nuevo” continente sabe que va a tener un lugar en el nuevo orden mundial que empieza a construirse. Y sabe también que su gran aliado estratégico es Europa, el viejo continente, que debe mirar a África no como una amenaza sino como una esperanza. 

 

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