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Las gabarras

 

Francisco Pomares

 

A primera horas del pasado miércoles 28, en plena tormenta, una gabarra con diez toneladas de combustible en su interior, atracada junto a otras ocho en el puerto de Gran Tarajal, rompió las amarras, se golpeó contra el dique y se hundió. El puerto no ofrecía protección durante el temporal para las nueve gabarras de bandera panameña, atracadas desde varias semanas atrás, tras haber participado en unas obras en Marruecos. El puerto no ofreció suficiente abrigo para el fuerte oleaje y los vientos del sur, y la gabarra hundida fue sólo la primera de tres, más una semihundida y otras cuatro que se soltaron de sus amarres y acabaron a la deriva o varadas en la rapa del muelle. Un desastre. No ocurrió sólo en Gran Tarajal, también hubo problemas serios en otros puertos canarios, pero las gabarras de Gran Tarajal contenían 150.000 litros de gasóleo, que comenzó a filtrarse al agua, provocando una extraordinaria alarma.

 

Como ocurre siempre en esta región, antes incluso de comenzar con la contención de los vertidos y el sellado de depósitos de las embarcaciones hundidas, la polémica se centró en determinar los responsables, empujada por otra filtración: las de una petición formal de la consignataria de las embarcaciones, solicitando permiso a la Capitanía Marítima de Las Palmas para sacar las gabarras de puerto y fondearlas frente a la costa, ante la certeza de que la borrasca Emma podría provocar -como efectivamente ocurrió- el choque de alguna de ellas contra los espigones del muelle. La respuesta de la Capitanía fue prohibir la salida y fondeo de los buques, en una resolución de dos días antes del hundimiento en la que se dice que "aunque el puerto no se encuentre abrigado a los vientos que se esperan, se considera que fuera del mismo empeorarían las condiciones de seguridad".

 

Es obvio que si las gabarras hubieran abandonado el puerto, éste no se encontraría hoy cerrado y sellado para evitar las filtraciones de gasóleo. Pero no hay certeza alguna de que el fondeo de las gabarras no pudiera haber acabado peor, con alguna de ellas estampada contra la costa y el aceite desperdigado por el litoral majorero. Es evidente que nunca llueve a gusto de todos, pero también lo es que en apenas dos días desde el final del temporal, la situación comenzó a estar bajo control, y es probable que esta semana quede definitivamente resuelta, con un impacto menor sobre la ecología y la economía de la zona. Las cuatro barreras de contención colocadas el fin de semana lograron mantener los vertidos en el interior del puerto, y se pudo iniciar tanto su recogida con bombas y absorbentes, como los trabajos de sellado de las pontonas hundidas. Pudo producirse un grave percance ecológico, y al final el asunto está controlado. Es difícil saber si la decisión del Capitán Marítima fue correcta o no, pero hace tres años, cuando se incendió el "Oleg Naydenov" en el Puerto de La Luz y se decidió remolcarlo fuera, la decisión fue considerada un "error gravísimo". Todas las decisiones de riesgo pueden ser contestadas, pero lo razonable es dejar trabajar a quien tiene que hacerlo. Queda después, por supuesto, la política: Clavijo se desplazó el mismo viernes al puerto, y fue recibido con una pitada: es normal que la gente se enfade con quien manda cuando algo sale mal. Recibir abucheos va en el sueldo de un político. El ministro de Fomento, que andaba en la escuela de Invierno del PP en Tenerife, prefirió no ir y evitárselos.

 

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