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Los reglones torcidos de la historia

Jose Carlos Mauricio. 

 Dicen que Dios escribe la historia con reglones torcidos, pero que al final camina derecha. La vieja máxima, que se ha cumplido muchas veces, nos trae consuelo y quizá algo de esperanza. Sobre todo después del desaguisado en que se ha convertido la política española en los últimos tiempos. Y a pesar de los renglones tremendamente torcidos por los que caminamos, es posible que al final se recupere la sensatez y se pacté un gobierno capaz de acometer las grandes reformas democráticas que necesita España.

En cualquier caso, el lamentable espectáculo que se dio en el Parlamento español en esta última semana aportó más escepticismo que confianza, hasta el punto que uno duda si en esta ocasión podrá intervenir el poder del cielo para arreglar una situación tan deteriorada. Dos meses después del 20 de diciembre, el vacío político se ha ido agravando semana tras semana, hasta culminar en esa pelea despiadada de lucha por el poder en que se convirtió el debate de investidura esta última semana. Una antología de descalificaciones políticas e insultos personales con el único fin de justificar el derecho de cada uno a tener el poder y excluir a los demás.

Solo se habló de poder y de gobierno, las soluciones políticas que proponían el PSOE y Ciudadanos quedaron ahogadas por el desprecio del PP y Podemos. Rajoy llegó a decir que sustraer el poder a la lista más votada es un acto antidemocrático, “que conduce a una corrupción del sistema” y hasta un golpe de Estado constitucional. Descalificó a Sánchez de tal forma que calificó su investidura como un engaño y una tomadura de pelo a los españoles.

Mientras tanto, Sánchez y Rivera defendían tímidamente y sin mucha convicción sus doscientas medidas, sin que la mayoría del Parlamento les hiciera mucho caso. Los partidos extremos del arco parlamentario, PP y Podemos, se deslizaban hacia la dureza de sus respuestas y al peor de los extremismos. Rajoy hablaba hacia abajo, desde la altura del poder, e Iglesias imitaba a su admirado Danton, con sus sans coulottes, y exigía lo que por sus votos le correspondía: “La mitad del nuevo gobierno, el derecho a decidir de las naciones españolas y una vicepresidencia plenipotenciaria”, que convertía al presidente en una figura decorativa. Iglesias explicó claramente que solo le interesaba eso que los italianos llaman “un pacto di poltrona”, dejando en un segundo plano “el pacto di programa” y, en consecuencia, toda la agenda social.

Hubo momentos en que el llamado templo de la democracia se convirtió en una taberna a altas horas de la madrugada, cuando el exceso de vino, en esta ocasión de poder, se le sube a la cabeza a los clientes que han abusado de él. En esta ocasión, los nuevos diputados olvidaron la máxima que debe presidir todos los parlamentos. Está escrita en lo alto de la puerta principal del viejo Parlamento de Austria, en Viena: “Deja aquí todas tus bajas pasiones y solo entra acompañado con tus buenas razones”. Excelente recomendación que no respetaron nuestros líderes políticos, que entraron acompañados de todas sus bajas pasiones y dejaron en la puerta las razones. Y de paso pusieron en evidencia el alto grado de degradación política que vienen sufriendo las más importantes instituciones de la democracia española

 

La Agenda Canaria

En definitiva, este duelo al amanecer, en el Ok Corral, dejó muchas heridas, grandes rencores y muy pocas propuestas políticas. Dejó, eso sí, un esbozo de programa de gobierno que puede ser útil como base del programa para una nueva investidura. Ofrece soluciones para los grandes problemas y transita por el camino de las reformas posibles y sensatas. Sin embargo, en ese programa están sin desarrollar, bastante diluidas, las agendas canaria, vasca y catalana de los llamados hechos singulares del Estado español. No están desarrolladas porque los votos de los diputados de estas comunidades hasta ahora no han resultado necesarios.


Sánchez dijo: “Comparto la hoja de ruta canaria”. Y poco más. Ciudadanos no le contradijo, lo que de por sí ya es un paso. Un paso que sin embargo se quedará corto si el Gobierno y el Parlamento de Canarias no avanzan en los próximos meses y en todo su alcance en la definición del status de Canarias en España y en la Unión Europea. Será imprescindible contar con ello cuando se discuta la investidura de un nuevo presidente del Gobierno, que será en los próximos dos meses o en el verano próximo.


Si entonces Canarias no tiene una agenda precisa y amplia de sus necesidades de autogobierno, le podrá pasar lo que esta vez les ocurrió a los vascos. Salieron escaldados y enfadados. “Apenas tuvimos respuesta”, dijeron. Lo que les llevó a votar en contra porque no recibieron sino buenas palabras y ninguna concreción sobre autogobierno, concierto económico y política socioeconómica. Y por su parte, los catalanes, prisioneros de su process, no recibieron ninguna respuesta a excepción de que no podrían decidir.

 

¿Y ahora qué?
Ahora se abre un periodo de dos meses para ver si se presenta un nuevo candidato a la Presidencia del Gobierno. Para ello es necesario que se configure una mayoría capaz de ganar la investidura al Parlamento. ¿Por dónde empezar? Sánchez ya ha anunciado que está dispuesto a intentarlo de nuevo. Por tanto, tendrá que volver a hablar con Podemos. Les explicará que un gobierno de cambio necesita inevitablemente de tres socios: PSOE, Ciudadanos y Podemos. Pero ya ha quedado claro que esta fórmula de amplia coalición no la aceptan ni Podemos ni Ciudadanos. Ahora mismo parece un acuerdo imposible. Pero, a pesar de ello, mantendrán una apariencia de negociación, de falsos tiras y aflojas, que solo tendrán el objetivo de escapar de “la culpa” y echársela encima al otro. Todos saben que el que arrastre la carga de la culpa puede pagarlo duramente en las próximas elecciones del 26 de junio. Por eso, la evolución de la negociación entre “las tres fuerzas del cambio” estará condicionada e influida decisivamente por las encuestas que vayan apareciendo y las tendencias sobre quién sube y quién baje.


En el campo del centroderecha, Ciudadanos ha subido ligeramente en las encuestas, a costa del PP. Le premian su actitud constructiva en el diálogo y también le benefician los escándalos de corrupción del PP. Eso le ha llevado a insistir en la imprescindible sustitución de Rajoy para alcanzar el gran acuerdo a que aspira: una coalición PP, PSOE y Ciudadanos. Este desafío directo de Rivera ha empujado a Rajoy a cerrar filas junto a su núcleo duro, a encastillarse e intentar forzar unas nuevas elecciones en que él vuelva a ser el candidato. Sin embargo, existe una parte creciente del sector renovador del PP que le pide a Rajoy que esta vez no rehúya su investidura. Si quiere ser el candidato a las próximas elecciones debe demostrar su liderazgo ante la sociedad española.


Pero Rajoy, como Hamlet, duda entre el ser y el no ser. Unos le empujan a la investidura y otros, alarmados, le explican que si cae en la tentación será su fin. Porque aparecerá como un candidato del pasado y derrotado. Pero Rajoy tendrá que resolver sus dudas en las próximas semanas, antes de que el rey vuelva a proponerle la investidura. Rajoy sabe que marzo es el mes de las traiciones: los idus de marzo de los que habló Shakespeare, en que precisamente ahora se celebra su 400 aniversario. El genio que está más actual que nunca. Hasta el punto que seguramente alguien le recomendará a Rajoy que aproveche para leer Julio César. Quizá lo hagan Sáenz de Santamaría y Cospedal, “las dos señoritas” como les llama Aznar, a las que esta vez les toca hacer de Calpurnia. Y le dirán al César: “No vayas al Senado (no te presentes a la investidura), quieren acabar contigo. He soñado con presagios que espantan”, le advierte Calpurnia. Pero Rajoy puede que conteste cómo César: “El mundo está lleno de hombres, pero solo sé de uno que se mantenga inquebrantable en su puesto, inaccesible a todo movimiento. Ese soy yo”. (Ese es Rajoy).


Estas situaciones de tensión insuperable siempre acaban con la aparición de un Marco Bruto. Que vendrá de Galicia o bien de Madrid. Y dirá: “Si te resistes lo haces inevitable: muere pues César”. Y a continuación se lamentará y de paso se justificará: “Yo amaba a César, pero amo mucho más a Roma”. En la tragedia de Shakespeare, todo ocurrió cuando llegaron “los idus de marzo”. Ahora puede que los idus se retrasen y lleguen en julio.  
  
   

   

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