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Negociar el divorcio

   José Carlos MAURICIO, LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

La sociedad inglesa se desgarra entre el pasado y el futuro y no tomará la decisión final hasta dentro de unos años * Ahora que nos jugamos una parte importante del mercado británico, el Gobierno

 

A dos semanas del brexit, jugando a aprendices de brujo, los ingleses decidieron que el mejor camino que te puede llevar al futuro es el de volver al pasado. Hay una vieja película norteamericana Back the future, que no por casualidad era la favorita de Ronald Reagan, en que un joven utilizaba “la máquina del tiempo” para huir del declive de la sociedad americana de los años ochenta, después de Vietnam y del movimiento de derechos civiles. Y volver a los maravillosos años cincuenta del periodo Eisenhower, de la casa a las afueras, el coche en el jardín y la tarta de manzana. En este caso, los ingleses han puesto en marcha también la máquina del tiempo para ir mucho más lejos, volver al siglo XIX, al esplendor victoriano, cuando dominaban el mundo.

 

Pero las nostalgias imposibles, el atrás hacia el futuro, lleva siempre en la historia al desastre, a las estatuas de sal de las que habla la biblia. A pesar de las graves advertencias de todas las autoridades económicas británicas y del mismo Cameron, los ingleses pensaron que eran exageraciones o amenazas sin fundamento para hacerle votar lo contrario a lo que sentían. Lo que tenía que pasar pasó, votaron salir y en pocos días la famosa bolsa de Londres se hundió y arrastró a las grandes bolsas del mundo. La libra cayó hasta aproximarse al euro y al dólar y todos los proyectos de inversión se paralizaron. El brexit desató el pánico y la depresión invadió la sociedad inglesa. Hasta el punto que Mark Carney, gobernador de Banco de Inglaterra, dijo que “el Reino Unido está sufriendo un trastorno de stress post traumático”. Lo que los psiquiatras diagnostican como el fenómeno depresivo que surge después de un fortísimo shock.

 

Por suerte los bancos centrales de todo el mundo tomaron medidas drásticas de contención, los gobiernos aconsejaron calma y, de momento, el caballo desbocado se paró. Y explicaron que la posible salida del Reino Unido no se produciría inmediatamente: la negociación del “divorcio” llevaría como mínimo dos años, con posibilidad de ampliar a tres. Los embajadores británicos de los países europeos, entre ellos el de España, publicaron artículos con detalladas explicaciones para tranquilizar a los ciudadanos británicos y europeos. Asegurando que los derechos laborales, sanitarios y otros no se perderían al menos durante este tiempo.

 

La crisis política

 

Los efectos económicos han sido tan graves que, irremediablemente, han llevado a la crisis política. El primer ministro Cameron anunció su dimisión, aunque permanecería en funciones tres meses hasta que el congreso del partido conservador, en el próximo octubre, nombrara a su sustituto. A continuación, el líder de la campaña “abandonar la UE”, Boris Johnson, dimitió también. Y para no ser menos hasta el líder de UKIP, Farage, el partido más radical a favor de la salida, también dimitió. Es decir, también los ganadores dimitieron, señal de que nadie ganó. En la oposición, sus propios diputados exigieron la dimisión de Corbyn y de toda la dirección del partido laborista. Es difícil recordar una situación parecida en que todo el poder político de un país queda descabezado. Sin faltar la reina, que para estar a la altura del momento, preguntó con voz temblorosa y chillona: “A mí que me expliquen qué ventaja tiene eso de pertenecer a la Unión Europea”.

 

Ante el espectáculo desolador, los ciudadanos que habían votado a favor de permanecer en la UE han empezado a movilizarse: tres millones de firmas se han recogido en pocos días pidiendo otro referéndum. Más de cien mil manifestantes recorrieron las calles de Londres a favor de mantenerse en la Unión. “Parad esta locura”, decían las pancartas de los londinenses que habían votado mayoritariamente a favor de permanecer. Mientras los jóvenes, también europeístas, cantaban la canción corregida de Whitney Houston, I will always love EU.    

 

La sociedad inglesa, dividida en dos bandos, partida en dos, está viviendo en estos días un trauma que la desgarra entre el pasado y el futuro, entre el viejo mundo y el nuevo mundo. Y ahora ya sabemos que su decisión final aún no se ha tomado y que en realidad quiere tiempo, dos, cinco, siete años para tomar la decisión definitiva, que nadie sabe cuál será.

 

La larga negociación

 

Cameron había anunciado que si se producía el brexit activaría inmediatamente el artículo 50 del Tratado de la Unión, con una comunicación al Consejo Europeo. Lo que abriría un proceso negociador de dos años para establecer el nuevo marco de relación entre Reino Unido y la Unión Europea. Pero Cameron no lo hizo, ni lo piensa hacer. Dice que lo hará, no se sabe cuándo, el que lo sustituya. Según el debate celebrado por el Parlamento británico, están de acuerdo en negociar que el Reino Unido no esté representado en las instituciones de la Unión Europea ni aporte a su presupuesto, pero dicen que van a luchar por permanecer como sea en el mercado único.

 

Es decir, sus negocios necesitan como el aire mantener la libre circulación de mercancías, servicios y capitales. Pero sus ciudadanos no admiten de ninguna manera la otra libertad, la de la circulación libre de las personas. Ante ello, las autoridades europeas le han contestado que del ramo de cerezas se cogen todas o ninguna. Y que si el Reino Unido quiere quedar fuera, quedará con todas sus consecuencias “como país tercero y sin privilegios”. Una respuesta tan contundente ha provocado que el gobierno del Reino Unido haya decidido, de momento, no comunicar el resultado del referéndum para el inicio de la negociación.

 

Esto a su vez ha paralizado decisiones que estaban empezando a tomarse por las grandes multinacionales industriales y financieras de trasladar su sede a otras capitales europeas. Paris y Frankfurt son las que más pujan para quedarse con partes esenciales de los servicios financieros de la City. Incluso, en estos últimos días, el ministro de Economía español, Luis de Guindos, se ha puesto en contacto con los grandes bancos norteamericanos, a los que le unen buenas relaciones por su anterior actividad profesional, para ofrecerles Madrid como sede central en Europa. La industria del automóvil española está haciendo también ofertas. Y de forma más discreta la industria militar española también aspira a sustituir a una parte de la británica, que es la más potente de Europa. 

 

La visita que se inició ayer del presidente Obama en España será aprovechada también para presentar “los atractivos” de nuestro país en la nueva Europa después del brexit.  La visita de Obama se ha iniciado por el sur. Primero Sevilla y esta tarde visita la base de Rota, que se ha convertido en la más importante base americana en el sur del continente. No es casualidad que estas visitas se produzcan cuando la especial relación militar y política de USA y Reino Unido ha quedado dañada. Sobre todo porque la decisión británica ha puesto en peligro el gran tratado comercial entre USA y Europa. Por todo ello, es seguro que en la reunión con Rajoy, Obama le pregunte sobre el nuevo gobierno de España y le pida garantías sobre los intereses militares y económicos de los norteamericanos. 

 

Canary Island

 

De paso, no estaría de más que Canarias hiciera también su particular reflexión sobre el futuro de las relaciones con nuestro socio económico más importante de Europa, e intentar potenciar su marca. Con la devaluación de la libra los productos agrícolas y los servicios turísticos tenderán a encarecerse y a disminuir su demanda. Sobre todo si la economía británica inicia un ciclo de recesión. Desde hace muchos años los ingleses ocupan el primer reglón del turismo que llega a Canarias. Ya se dice que la caída de la libra va a poner fin “a las vacaciones baratas, de sol y cerveza en las playas españolas”. Por de pronto los ingleses han decidido empezar a reducir, no sus vacaciones, sino el número de días que las disfrutan. Y como acaban de advertir los CEO de Easy-Jet, Carolyn McCall y confirmado Michael O’Leary, de Ryanair, “la era de los vuelos low cost en Reino Unido puede pasar a la historia”. Sobre todo si sigue subiendo el precio del combustible como se anuncia.

 

Es el momento para que el Gobierno de Canarias presione seriamente sobre el Gobierno de España y AENA para que bajen las altas tarifas de nuestros aeropuertos, como aconsejan los órganos de la competencia. Y para que los beneficios de los aeropuertos canarios no sigan compensando las pérdidas de muchos aeropuertos peninsulares. Nos estamos jugando una parte importante del mercado británico. Y por eso no podemos seguir con actitudes pasivas sino adoptar políticas comerciales agresivas. Por citar otro ejemplo, sería también el momento de estudiar las posibilidades de ofrecen acuerdos con Easy-Jet y Ryanair, que han anunciado que van a solicitar licencias de operador en países de la Unión Europea. ¿No es el momento de explicarles las ventajas de la zona ZEC de Canarias?         

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