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Ponerle puertas al campo

Francisco Pomares

 

En una sentencia de extraordinaria contundencia, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha anulado los artículos centrales del decreto que regula el alquiler vacacional, aprobado por ucase (cuando estaba a punto de irse) por el presidente Rivero, a la sazón también consejero de Turismo. A pesar de la crítica generalizada de los propietarios de viviendas, y del Parlamento de Canarias, que instó a su revisión, o quizá precisamente por ello, el decreto contó con el apoyo ferviente y decidido de los hoteleros, que aplaudieron a rabiar una normativa que impedía alquilar las viviendas situadas en zonas turísticas, dejando fuera de la ley -por decreto- a cerca de la mitad de los inmuebles dedicados al alquiler vacacional.

 

EL TSJC ha sido singularmente contundente al asegurar que el reglamento aprobado infringe las libertades de empresa y de prestación de servicios, limitando la oferta turística sin justificación suficiente, y argumentando que no tiene sentido que la oferta de vivienda vacacional se excluya precisamente de los ámbitos donde debe ubicarse preferentemente la actividad turística.

 

Los jueces ponen el dedo en la llaga y desvelan el objetivo de la polémica intervención de Rivero: "La única explicación plausible a esta cortapisa es (...) favorecer la oferta de productos alojativos turísticos tradicionales". Esa es la clave de una decisión atrabiliaria que dejó a miles de propietarios sin defensa alguna. Un verdadero atropello, más propio del tipo de soluciones que se adoptan en Corea del Norte que de una sociedad desarrollada occidental.

 

Ojo: supongo que nadie -y menos que nadie los propietarios de viviendas de alquiler vacacional, que hoy viven en la inopia legal- discute la necesidad de regular la práctica del alquiler vacacional y establecer mecanismos para que la convivencia entre una actividad turística y una residencial no colisione en conflictos irresolubles. Se trata de evitar conflictos, duplicidades y de arbitrar mecanismos para que se actué cumpliendo las leyes y las obligaciones fiscales. No de acabar con la competencia a los hoteles.

 

Desde la generalización del uso de internet están cambiando muchísimas prácticas económicas, llevándose por delante actividades empresariales que se creían permanentes: hoy muchas personas invierten directamente en bolsa, planifican sus vacaciones o reservan sus billetes a través de sus dispositivos, participan de la economía colaborativa con el uso de transportes compartidos, venden, compran y cambian todo tipo de bienes por internet, y buscan -sobre todo en las áreas urbanas- alternativas al turismo de hotel. ¿Eso perjudicará a los hoteles? Sí, sobre todo a los que no aprovechan la presión de la competencia para mejorar sus ofertas y servicios. Pero la economía en red y la economía colaborativa son fenómenos imparables. Marcarán este siglo y trasformarán nuestra manera de entender muchas cosas. Empujan ya en dirección al gran cambio económico del siglo, que será la reducción del tiempo de trabajo, y nuestra definitiva transformación de productores de bienes en prestadores de servicios y -sobre todo- consumidores. Muchas cosas van a transformarse en el futuro, y no van a dejar de ocurrir porque perjudiquen a sectores concretos.

 

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