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Recoger el odio

 

Por Francisco Pomares

 

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, refiriéndose al supuesto intento de atentar contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha responsabilizado a la oposición política -al Partido Popular y Ciudadanos- de alentar con la crispación el que ocurran este tipo de fechorías. Ha pedido "responsabilidad" a la oposición porque, según ella, "quien siembra, recoge". Al alimón, la vicesecretaria general de los socialistas, Adriana Lastra, ha sido muy dura con quien "intenta quitar hierro" al suceso (aunque sea un suceso que no ha llegado a suceder) y ha añadido que "no ayudan en nada" para evitar este tipo de actos la crispación y la sobreactuación con la que actúan Pablo Casado y Albert Rivera y sus respectivos partidos. La vicepresidenta ha pedido al PP y Ciudadanos que "mantengan la convivencia" y (extraño perífrasis) la "seguridad de la convivencia". El PSOE, por su parte, ha ido un poco más allá, al asegurar que existe una clara conexión entre la crispación que provoca la oposición con sus ataques al presidente de Gobierno y el supuesto "plan para asesinarlo".

 

Carmen Calvo y Adriana Lastra expresan, sin duda, la posición de su presidente y su secretario general, de quien son, en el gobierno y en el partido, lugartenientes directas. Sus declaraciones al unísono y en el mismo sentido, dejan claro que Sánchez quiere culpar al PP y a Ciudadanos de que un chiflado que prepara un atentado por guasap y se lo cuenta a todo el mundo haya tenido el antojo de querer dispararle. Un asunto, sin duda, preocupante, pero no por el peligro real que ha llegado a suponer (la Audiencia Nacional ha rechazado considerarlo siquiera un acto de terrorismo y ha decidido que sea investigado por los juzgados de Tarrasa) sino más bien porque demuestra hasta qué punto el odio se ha incorporado a nuestras motivaciones políticas.

 

La pregunta sobre quién siembra odio hoy en la política española puede responderse de distintas formas. Una es la elegida por el Gobierno y el PSOE y otra -¿o es la misma?- es la del profesor Tezanos, director del CIS, que atribuye la crispación que existe en el país a Pablo Casado, al que, en sus sondeos, un 17,5% de los ciudadanos responsabilizan de la crispación política, frente al 11% que considera que el responsable es Pablo Iglesias, el 9,9% que cree que esa responsabilidad es de Albert Rivera o el 9,8% que opina que de Pedro Sánchez. Todo eso frente al 29% que opina que la responsabilidad es compartida. El formato de la investigación es en sí bastante discutible y arroja resultados muy contradictorios: el 28% de los españoles consideran que son los partidos independentistas los que crispan la vida política, pero a los líderes independentistas -Puigdemont y Torra- solo se le atribuye, en conjunto, una responsabilidad del 8,3%. Menor que la que se le atribuye a Sánchez. 

 

Al final, Gobierno, PSOE y CIS quieren dejar claro que son otros -el PP y Ciudadanos, Casado y Rivera- los culpables de que nueve de cada diez españoles crean que hay demasiada crispación en el país. Desenterrar políticas frentistas, deslegitimar a la oposición acusándola, incluso, de sembrar odio para recoger atentados, tratar al adversario como enemigo eso no tiene nada que ver con una política rota en dos mitades irreconciliables. Sostener el Gobierno en quienes quieren hacer romper las costuras territoriales o en los que cuestionan instituciones y acuerdos constitucionales, eso no contribuye a la crispación y al odio.

 

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