Recuperar el discurso
Desde muy distintas opciones políticas, ayer se manifestaron dos voces desde la cordura que exige la situación creada en el país. Una fue la del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que explicó que Cantabria prefiere quedarse sin tren (la principal reivindicación cántabra) a permitir "que España se rompa". Revilla condiciona el voto de su partido a la investidura a que las negociones del PSOE con Esquerra Republicana para conseguir que los independentistas se abstengan se realice dentro de la Constitución y las leyes. Sorprende que algo así tenga que ser recordado, pero las exigencias de Esquerra, la incorporación de la libertad de los presos catalanes a la negociación para la investidura, o el diálogo bilateral -de Gobierno a Gobierno- hacen presagiar que cuando Ábalos habla de que cada cual defina la situación catalana como quiera -conflicto de convivencia o conflicto político- no estamos a lo que estamos.
Por supuesto que lo que ocurre en Cataluña es un conflicto político, creado por quienes representan sólo a una parte de la sociedad de Cataluña, y también un conflicto de convivencia, ideado igualmente por los mismos actores, para magnificar el conflicto político. El problema no es cómo llamemos al conflicto, es cómo lo resolvamos. Y hay que hacerlo en el marco de las leyes, como reclaman Revilla y la mayoría de los dirigentes socialistas. No puede resolverse en una negociación política con condiciones inasumibles, porque la política -en democracia- no está para obviar discrecionalmente las leyes en función del interés de cada cual.
Lo que no puede permitirse es que Sánchez ceda a la presión política del independentismo, más allá de lo que establecen las leyes, porque la investidura que Sánchez prefiere -y ese es uno de los problemas, que Sánchez prefiere la abstención de Esquerra a la del PP- no le vale a este país cualquier misa. Para explicar eso a los ciudadanos de todo el país hace falta algo más que asumir el lenguaje y los tiempos de los independentistas: hace falta recordarle a Iceta que en política los tiempos son incluso más importantes que en el deporte. Y este no es el tiempo de que el recién elegido secretario general de los socialistas catalanes salga a decir más tonterías. El PSOE catalán debe explicar a los catalanes lo que se debe hacer: lo que se puede hacer, y lo que no. Y en eso resulta de extraordinaria importancia la voz de Josep Borrell, que ayer pidió "plantar cara al independentismo" con más fuerza, más convicción, más argumentos y más capacidad pedagógica "para hacer frente a las falsedades" que se vienen tolerando desde hace años. Ese es el verdadero dilema hoy: no se trata de excluir de la vida pública a quienes abogan por la independencia de Cataluña, se trata de impedir que sean los independentistas quienes excluyan a los que no piensan como ellos, con la aquiescencia cobarde de un Gobierno en funciones anonadado por su incapacidad para gobernar, y la complicidad espúrea de unas fuerzas constitucionalistas instaladas en el cálculo electoral más mezquino.
Unos y otros han logrado que el relato independentista sea hoy el único que se escucha alto y claro, mientras el discurso de las fuerzas políticas constitucionales se achanta y debilita cada día más.