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Resucitar un muerto

 

Francisco Pomares

 

El presidente del Consejo Económico y Social de Canarias, el socialista Blas Trujillo, se reunió ayer con Fernando Clavijo, para entregarle con cierto retraso el informe correspondiente al ejercicio 2016, un informe que no aporta grandes novedades: básicamente insiste en la tesis -tan querida de Clavijo- de que la mejor política social es la creación de empleo, y que la forma de aumentar el empleo es promover políticas que apuntalen el crecimiento y favorezcan la diversificación, manteniendo el impulso económico que representa el turismo, pero aumentando el peso de otros sectores. Trujillo también ha recomendado que los sectores que han logrado superar la crisis suban los salarios, porque "no puede ser que la mejora solo beneficie a una parte, y además pequeña, de la sociedad."

 

El informe sobre el ejercicio 2016 es el primero elaborado por el CES después de unos cuantos años en los que el Consejo no tuvo actividad alguna. Trujillo se ha disculpado por el retraso y la falta de productividad de este organismo asesor -independiente, pero vinculado como otros consejos a la Presidencia del Gobierno de Canarias-, cuya función es analizar e interpretar la situación de la economía y de la sociedad de las islas, y que tiene encomendada por Presidencia la realización de un informe anual sobre esa situación. Trujillo ha explicado que el Consejo ha sido una víctima más de la crisis, igual que lo han sido "otros servicios públicos que han sufrido recortes como la sanidad o la educación". No miente: es verdad que el CES vio cómo -por decisión de Paulino Rivero, que desmanteló el Consejo- se reducía su presupuesto a menos de la mitad, impidiendo que pudieran cubrirse algunas plazas de su plantilla. Pero eso no parece explicar su absoluta afonía en los tiempos más difíciles, probablemente cuando más necesaria era la voz común de los agentes económicos para denunciar la pobreza, la desigualdad social, el deterioro de los servicios públicos, la concentración de la riqueza cada vez en menos manos, y la voladura del sistema salarial que sostenía las pensiones. Nada de eso ha dicho durante la crisis un Consejo enmudecido y sin actividad alguna, pero que ha mantenido su reflejo presupuestario, en la columna de gastos, durante toda la crisis. Uno se pregunta para qué sirve un organismo que no funciona cuando más se lo precisa, y la respuesta quizá sea que debería revisarse la necesidad de este tipo de consejos para tiempos de vacas gordas, que cierran por extinción en los momentos difíciles.

 

El propio Trujillo reconocía ayer que lo que se ha hecho ha sido resucitar a un muerto: él se hizo cargo del Consejo hace poco más de un año, en 2017, y ha logrado volver a poner en marcha la escasa maquinaria administrativa. Le faltó confirmar (tampoco se lo preguntó nadie) si finalmente renunció al salario que como presidente le corresponde, algo que ya hizo como presidente de la Fundación de la Caja de Las Palmas, y que anunció que pensaba hacer también en el CES. A algunos les parecerá una cuestión estética, pero yo creo que ya va siendo hora de que determinados puestos que no requieren dedicación exclusiva comporten un carácter más honorífico y se compense el trabajo con un sistema de dietas, y no con salarios. Por algún lado hay que empezar.

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