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Todo ha cambiado

Francisco Pomares

 

Catorce autonomías de las diecisiete que integran el Estado se encuentran hoy sostenidas por gobiernos minoritarios. La última en incorporarse a la lista ha sido precisamente Canarias, tras la decisión del PSOE de ausentarse del Consejo de Gobierno celebrado el pasado día 23 para no apoyar el criterio de reparto de los fondos del Plan de Desarrollo de Canarias. Sorprende pensar la velocidad con la que se ha reproducido en el mapa político de las regiones un modelo similar al que hoy funciona en el país, donde también gobierna, con una débil minoría, respaldada por Ciudadanos y apoyada desde fuera por el PSOE, el Gobierno de Mariano Rajoy. La situación creada por la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy, provocó el abandono en cascada del apoyo de podemos a los Gobiernos regionales del PSOE, que han venido a sumarse a las minorías que ya gobernaban en varias regiones.

 

Tras treinta años de bipartidismo imperfecto y de Gobiernos mayoritarios en el país y en las regiones, la actual es una situación de evidente inestabilidad, fruto de la aparición en la escena política de los partidos que se reclaman de la nueva política. Ciudadanos y -sobre todo- Podemos, han venido a condicionar los gobiernos que se han producido ante la pérdida de las mayorías tradicionales. El mapa del poder político no puede ser el mismo con dos grandes partidos en liza, que con cuatro. Menos con cinco o seis o siete, como puede llegar a haber en Canarias desde que se modifiquen las barreras electorales que dejaron a Ciudadanos fuera.

 

Suponer que las cosas pueden seguir igual es un error. Pero aún no estamos acostumbrados a esta nueva situación: esperamos de gobiernos formados por partidos que no cuentan con la mayoría, la misma estabilidad que dan los gobiernos mayoritarios. Y habrá que esperar sentados, porque la situación ha cambiado completamente. La nueva política no ha demostrado estar muy lejos de la vieja en lo que a las riñas internas y los repartos de cuotas y protagonismos se refiere, tampoco en el uso de los instrumentos del poder, pero lo que sí ha dejado claro es que -al incorporar más actores a la representación y a la toma de decisiones- todo se va a volver más complicado: las mayorías sólo se construirán cediendo, y -al menos en Canarias- en el futuro van a requerir de más de dos actores.

 

Hasta el inicio de esta legislatura, Coalición había gobernado siempre, eligiendo unas veces compañero de baile a su izquierda y otras a su derecha. Todavía hoy, los resultados electorales y las dificultades programáticas permiten mantener ese juego un tanto perverso de ser la novia en todas las bodas. Pero no va a ser así siempre: Coalición cuenta con más poder insular que ningún otro partido, pero en el Gobierno pueden caber otras combinaciones, sobre todo cuando se modifiquen las normas electorales, y en el próximo parlamento entre -además de los que ya están- también Ciudadanos.

 

Es difícil aglutinar hoy una mayoría que pueda desalojar a Clavijo. Prueba de ello es que -a pesar de lo mucho que lo reclaman Podemos y Nueva Canarias- no hay moción de censura en perspectiva. Pero para Clavijo va a ser muy difícil gobernar si no aplica la receta que ya usa Rajoy, y que consiste en ceder, ceder y ceder.

 

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