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Una doble estafa

 

Francisco Pomares

 

Lamento ser aguafiestas: visto lo visto, mi impresión es que este jueves y viernes tendremos moción de censura, para mayor lucimiento de Pedro Sánchez ante su parroquia, y escucharemos un montón de discursos sobre ética, estética e intereses generales, completamente ausentes de ética, estética o preocupación por los intereses generales. Y al final, Rajoy seguirá impertérritamente instalado en el poder en el minuto D+1. Hace tiempo que no hago apuestas, porque las pierdo siempre, pero es difícil -muy difícil- que los partidos se pongan de acuerdo en votar a Sánchez como presidente, y más difícil aún que Rajoy entienda lo que habría comprendido cualquier dirigente político de su nivel en una democracia asimilable: que si uno pierde la credibilidad y se empantana con su partido en un asunto como la corrupción, lo mejor que puede hacer es irse, convocar elecciones y dejar que los ciudadanos se pronuncien.

 

El PP no puede pasar de puntillas por este asunto como si nada hubiera ocurrido: doce ministros de Aznar han tenido que rendir cuentas judiciales (apenas sobrevive Montoro, haciendo vudú o cruzando los dedos), y otro tanto le ha pasado a presidentes regionales, alcaldes y concejales, por no hablar de quienes -desde dentro del partido, llevando el dinero- permitieron y/o diseñaron un sistema de rapiña que hizo ricos a todos los administradores del PP y a algunos -a Luis Bárcenas, por ejemplo- inmensamente ricos.

 

 

 

En España, la corrupción no es solo un problema del PP. Lo es también de cualquier otro partido que haya gobernado el tiempo suficiente en cualquier lado -el tres por ciento de Convergencia, los eres del PSOE andaluz, el caso Las Teresitas de Zerolo son sólo algunos ejemplos- e incluso apunta maneras en algún partido que no ha llegado aún a gobernar. Lo que diferencia al PP del resto de los partidos es que en el PP -en el PP de tiempos de Aznar, especialmente- la corrupción parece formar parte del sistema de hacer las cosas: la percepción es que quienes hacían política a la sombra de Aznar la hacían convencidos de que una de las canonjías aparejadas al cargo era poder llevárselo crudo. La justicia española es especialmente lenta, y algunos de los casos que ahora se desvelan o sentencian son de hace más de una década, pero el hecho es que escribir de un tirón los nombres y apellidos de dirigentes políticos con responsabilidades internas en el PP, en su dirección política, que han sido condenados, me ocuparía más espacio del que tengo en esta tira. Rajoy debería dimitir y preguntarle a los ciudadanos -en unas elecciones- si el PP debe abandonar el Gobierno.

 

 

 

En vez de convocar a las urnas, lo que se hace es seguir con el ruido y la vieja política de puñales, alejada del interés, la necesidad y los deseos de los ciudadanos: el PP amaga con el bloqueo de los presupuestos -pactados con extraordinaria dificultad y concesiones insensatas- si prospera la censura, porque -sin elecciones de por medio- el PP seguirá teniendo mayoría absoluta en el Senado para bloquear cualquier iniciativa, incluyendo estos presupuestos a los que tiene que dar el visto bueno. Y el PSOE niega negociaciones, porque no puede negociar públicamente el apoyo a Sánchez de los secesionistas y de Bildu, pero Sánchez tampoco puede ser presidente sin esos apoyos. Trabajan para construir una mayoría que permita la censura, aunque haga imposible cualquier gobierno después.

 

Lo que nos proponen es una doble estafa: una estafa si Rajoy sigue y una estafa si lo echan y Sánchez monta un Gobierno incapacitado para gobernar. Aunque eso no va a pasar. Mucho ruido, y al final seguiremos igual, enfangados en el bochorno y la inmundicia.

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