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Sobre los culos, la publicidad y la socarronería

 

 

Editorial

 

Desde que el mundo es mundo hay determinadas formas que no dejan indiferente al que mira. No ya al espectador, sino al que mira.

 

Porque mirar un culo o varios no es un acto de mera expectación, hay deleite, alevosía y seguramente un cierto pudor que hace todavía mas pecaminoso el hecho en sí.

 

Desde la Garota de Ipanema de Vinicius al “macro pandero” de la Kardassian, los culos son un reclamo que nos aboca a universos oníricos, donde artistas como Rubens o posteriormente Botero han plasmado sin rubor el magnetismo de donde con gracia acaba la espalda.

 

Culos en publicidad han surcado nuestras vidas desde que existen los medios de comunicación, y funcionan. Los culos nos gustan, atraen, son referencia desde la más tierna pubertad hasta los fines de la existencia, sobre todo al final de la existencia. Los ancianos veneran los culos, son un referente de la lozanía, de la salud.

 

Hay muchos tipos de culos, casi tantos como propietarios/as, pero nótese que sin entrar en la dialéctica de los géneros, en el porcentaje más amplio los culos referidos suelen ser los de ellas.

 

Reconozco que la primera impresión de la campaña del Patronato fue extraña. No acababa de convencerme. A medida que pasaba el día, me sorprendió una cierta liberación de prejuicios ligada al convencimiento de que el Gerente no suele dar puntada sin hilo.

 

En estas cavilaciones andaba hasta que comprendí el fin último, la publicidad.

 

En estos tiempos que corren, determinadas actuaciones hacen barata la publicidad, y la controversia en las redes sociales son la antesala del éxito. Esa es la clave del trabajo en este pequeño spot publicitario.

 

La simpleza, el humor, y porque no una dosis de sensualidad/sexualidad hacen que el video llegue a todas partes. ¿Qué se puede hacer de otra forma?. Claro, de millones de formas, pero estaría bien que me dijeran una que llegara tan lejos a este coste.

 

Por otro lado, la lozanía de los traseros ya no es  patrimonio de ellas. La socarronería si.

 

 

 

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