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Tas(z)a turística: ¿recibimiento o souvenir?

Autor: Antonio Garzón Beckmann
Miembro del Consejo Asesor del CATPE


La implantación de una tasa turística podría ser muy perjudicial para Canarias, según el segundo Informe CATPE sobre la competitividad turística publicado el pasado mes de febrero. La primera versión del informe CATPE (junio 2014) ya desaconsejaba aumentar más la presión impositiva del turismo (impuestos indirectos, tasas de pernoctación, tasas aéreas,..). Los principales argumentos para la rotunda oposición a una tasa turística fueron los siguientes cinco:

 

1) El fracaso de la ecotasa balear del 2002, que tuvo que ser retirada un año después por el rechazo que tuvo por parte de los turistas alemanes. Se estimó el descenso del mercado alemán en ese año en un 30%.

 

2) La componente psicológica del rechazo a una tasa por parte del turista, que indica que existe una sensibilidad extrema por los mercados centroeuropeos hacia estos impuestos, independientemente del importe de la cuota. Es decir, los efectos negativos podrían ser exponencialmente superiores al hecho aislado de una subida de precios. Además, aunque se disfrace el fin de una tasa con buenas intenciones como "la mejora de las infraestructuras turísticas", nuestros visitantes no son tontos y reconocen que dichas inversiones deberían ser financiadas a través de los ingresos generados por el turismo.

 

3) La incapacidad del Ejecutivo de financiar las pretendidas mejoras turísticas con los presupuestos existentes, pues los ingresos previstos por la tasa serían alcanzables con supresiones de empresas públicas sin poner en riesgo la principal actividad económica del Archipiélago (por ejemplo, la supresión de la TV autonómica ahorraría más de un tercio del ingreso previsto por la tasa), o con redistribuciones de los aumentos de ingresos por el Turismo, como el generado por el IGIC, que aumentó del 5% al 7% en 2012. Según Jorge Marichal (Ashotel), " la subida del IGIC supuso un incremento de recaudación de casi 100 millones de euros SOLO en el sector de alojamiento turístico [importe similar al que se pretende recaudar con la tasa]. De esos 100 millones, ¿saben ustedes cuánto se ha dedicado a mejorar los destinos turísticos? No se preocupen, ya se lo digo yo: CERO".   

 

4) La desproporcionalidad entre el riesgo que implicaría una tasa para el sector turístico y el ingreso previsto por dicha tasa, pues equivaldría a poner en peligro innecesariamente el motor de la economía canaria sólo para recaudar 80M, un importe que sólo supone el 1% del presupuesto autonómico. La desproporción entre lo que está en juego y el objetivo recaudatorio es evidente.

 

5) El carácter discriminatorio de la tasa, al poder evadir la tasa los turistas alojados en viviendas privadas o establecimientos no reglados, que superan ya el 15% de los visitantes extranjeros y que, aunque se regule el alquiler vacacional y las viviendas legalizadas pagasen la tasa, se prevé que la comercialización no reglada de camas se mantenga en cuotas altas. Por tanto, la tasa beneficiaría a quien opera en la clandestinidad y aumentaría aún más la ventaja competitiva por precio de la cama ilegal.

 

Dos factores decisivos: madurez y sol & playa.

 

El segundo Informe CATPE sobre competitividad turística matiza algo más los peligros de una tasa en combinación con dos factores: madurez de un destino y el sol y playa. Quien defiende la implantación de una tasa a menudo argumenta que otros destinos ya la tienen y nombra ejemplos como París, Nueva York, Berlín, Barcelona, etc. Es decir, destinos urbanos con un carácter único con rasgos diferenciadores que no son sustituibles. Esto es justamente lo contrario de destinos que combinan "sol y playa" con "madurez", ya que ambos elementos aumentan la sustituibilidad del destino por otro. De ahí que las tasas suelan estar más implantadas en destinos urbanos con rasgos diferenciadores que en destinos maduros de sol y playa. Por tanto, añadir una tasa turística a un destino con los elementos "madurez" y "sol y playa" puede resultar en un cóctel letal.

 

En vez de comparar los efectos de una tasa con ciudades urbanas de carácter único, el CATPE sugiere comparar siempre con destinos maduros de sol y playa, como el caso de Baleares en el 2002, donde tuvo que ser retirada después de un año. Veamos otro ejemplo de la introducción fallida de una tasa turística en un destino maduro de sol y playa: En septiembre del 2011 el municipio italiano de Tropea (Calabria) anunció la introducción de una tasa, pretendiendo cobrar unos cinco euros diarios a cada visitante, a lo que el principal turoperador de la zona recortó sus capacidades aéreas a este destino, hasta que en enero del 2012 el alcalde de Tropea renunció a la introducción de la tasa. Según el turoperador, "los costes adicionales habrían desplazado a la región fuera de la competencia internacional; por ello no nos quedó otro remedio que reducir las capacidades de forma preventiva. En un destino turístico de precios altos, como lo es Italia, las cargas fiscales adicionales tienen un efecto contra-productivo." Evidentemente, Canarias no es Tropea, y ningún turoperador llegaría a la medida tan drástica de recortar todas sus conexiones a Canarias, pero siempre conviene conocer los antecedentes de implantaciones de tasas turísticas en destinos maduros de sol y playa.

 

Cataluña y Baleares aplican tasa, pero ¿las demás comunidades qué opinan?

 

Oímos mucho sobre la comunidad de España que ha implantado una tasa turística (Cataluña), o la que está en proceso de su implantación (Baleares), pero poco se habla de las Comunidades que han rechazado expresamente su implantación como, por ejemplo, Madrid, Andalucía, Canarias o Cantabria. El Presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, argumentó de la siguiente manera su rechazo a la tasa turística (julio 2015): "¡Aquí de tasas nada! Primar al que viene, no castigarle. Hay que facilitar que la gente nos visite. A los que vienen de fuera les recibimos con los brazos abiertos y les damos un abrazo y las gracias. ¡De cobrarles impuestos nada!".

 

De la misma manera, Susana Ibáñez, Secretaria general para el Turismo de la Junta de Andalucía, afirmó que el gobierno andaluz no está pensando en crear una tasa turística (marzo 2016): "La mejor tasa turística que nos pueden dar los turistas que eligen venir a Andalucía es el consumo que hagan en esta tierra. Que consuman más y mejor; que tengan una cantidad de reclamos y una oferta turística de calidad que haga que la tasa sea eso, lo que dejan en cada uno de nuestros servicios, restaurantes y hoteles".

 

Por tanto, Baleares y Cataluña, a pesar de su indiscutible peso turístico en España, no suponen ni una mayoría de las comunidades, ni ejemplos a seguir necesariamente en la implantación de la tasa. En cuestiones económicas tan importantes como una tasa no vale el argumento utilizado por el marketing publicitario "ya otros lo han hecho, hazlo tú también". Además, el aplicar una tasa en época de bonanza y luego, cuando la demanda se retrae por alguna razón, retirarla rápidamente no habla precisamente a favor de la imperiosa necesidad de dicha tasa, como vimos en el ejemplo de Baleares en el 2002, o recientemente en Túnez, que introdujo en octubre del 2014 una tasa turística y que retiró posteriormente en septiembre del 2015, poco después del terrible atentado en la playa de Sousse.

 

En conclusión, tal y como propone el segundo Informe CATPE sobre competitividad turística, los riesgos que implica la implantación de una tasa turística en destinos maduros de sol y playa sugieren seriamente la abstención  de su aplicación en Canarias. En este contexto, termino el post con unas palabras sobre la tasa turística de David Morales (Director del Hotel Lopesan Costa Meloneras), que participó en la presentación del Informe CATPE: “En mi opinión, el único debate sobre la tas(z)a turística que debemos tener es sobre qué modelo de taza de desayuno vamos a entregar a los clientes y si se la entregamos cuando hagan el check-in o cuando se vayan al aeropuerto".

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