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Altavoz de frustraciones

 

Da la impresión de que hay gente, demasiada, a decir verdad, que usa las redes sociales como instrumento de desahogo. Es decir, que, si han tenido un día horroroso, en lugar de llegar a casa, quitarse los zapatos incómodos, la falda o pantalón apretados, el sujetador, o lo que sea, y darse una buena ducha para relajarse, se sientan delante de su ordenador y empiezan a despotricar contra todo y contra todos, les importe o no les importe, hasta quedarse a gusto. Es la única explicación que yo le veo al fenómeno hater, esos odiadores gratuitos que están en contra de todo en general y a los que parece que les va la vida en cualquier estupidez.

 

Además, da igual el tema. Eso es lo “bonito”, lo mismo pueden hablar de algo preocupante como la crisis de la vivienda, de un tema social como la inmigración, que del último rumor o cotilleo de turno de un pseudofamoso de medio pelo que ni le va, ni le viene. Ni a él, ni a nadie, dicho sea de paso. Pero el anonimato que acompaña a las redes les da esa carta blanca para soltar todas sus frustraciones acumuladas por diferentes problemas que a todos nos asaltan en la vida. Imagino que se van a la cama relajados, como si hubieran estado en un ring de boxeo pegando puñetazos a un ficticio contrincante.

 

Si un tema hoy es relevante porque su protagonista es lo más, nada impide que al día siguiente esa persona sea un horror, a decir de los anónimos insultantes, porque hace 20 años dijo algo inapropiado. Todos decimos estupideces todos los días. Eso pasa ahora, y ha pasado toda la vida. La diferencia es que ahora hemos inventado una manera de que nuestras chorradas queden grabadas para siempre en la memoria de las redes, y le hemos dado munición a quienes, como no tienen otra cosa que hacer, se dedican únicamente a destruir lo que hacen, bien o mal, los demás.

 

No me estoy refiriendo a ninguna polémica puntual, ni a la última, en la que todos están pensando, ni a las anteriores. Es una reflexión general que me hace comprender porqué cada vez más gente, aburrida de aguantar la opinión de todo el mundo sobre cosas que no les deberían importar porque no van a aportar nada a sus vidas, abandona sus redes sociales. Los haters usan las redes sociales cómo antes se usaba el confesionario o al psicólogo, para descargar toda la mala leche del día en el pobre infortunado al que le haya tocado la china.

 

Lo cierto es que tampoco sacan nada bueno de ello. Particularmente recomiendo que si tienen un mal día, se pongan la ropa de hacer deporte y salgan a correr o hacer cualquier tipo de actividad física porque, además de ganar en salud y ahorra luz, se pondrán estupendos de cara al verano.

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