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El empate

 

El sondeo de la consultora 40dB para El País y la SER, adelantado ayer por el periódico, confirma el avance de las fuerzas de la derecha frente a la actual coalición de Gobierno. Según la proyección de encuesta, las tres derechas (PP, Vox y un ya muy testimonial Ciudadanos) pasarían a sumar 168 escaños, en una horquilla de 160 a 176, y la actual Coalición de Gobierno 139, en una horquilla entre 130 y 148. El sondeo adelanta la posibilidad de un futuro acuerdo de legislatura entre las fuerzas conservadoras –que sólo en la mejor de las hipótesis del propio sondeo alcanza la mayoría absoluta-, pero no explica –no tiene por qué hacerlo- que con los datos que presenta, la reedición de la actual coalición sigue siendo viable. De hecho, si la coalición PSOE y Podemos (o como decida llamarse la nueva plataforma de Yolanda Díaz) lograra mantener el apoyo de las fuerzas políticas que hoy la sostienen, Pedro Sánchez contaría con 36 diputados más (a sumar a los 139 de la coalición) que colocarían su candidatura como presidente en los 175 votos, justo la mitad de los escaños de la cámara.

 

Los sondeos electorales son radiografías (no siempre muy precisas) de tendencias. El que presenta la consultora 40dB refleja una clara tendencia a un gobierno de derechas tras las próximas elecciones, pero mantiene el partido aún abierto a posibles sorpresas. Lo realmente chocante del sondeo no son las previsiones sobre reparto de escaños: cualquiera con experiencia política es capaz de intuir la existencia de un desgaste del Gobierno y un crecimiento de la oposición, sobre todo después de la debacle de Madrid. Lo más contradictorio de la encuesta es que refleja un apoyo bastante claro de la mayoría social a la agenda del Gobierno –mucho más a sus medidas sociales que a las políticas o económicas-, pero esa misma mayoría cree que el Gobierno beneficia más a las grandes empresas y las rentas más altas, y considera que es incumplidor, inestable, no receptivo e incompetente. Los ciudadanos parecen entender que el Gobierno capea la situación como buenamente puede -la mayoría considera que lo hace mejor, incluso en cuestiones económicas, de lo que lo haría la derecha-, pero esos mismos ciudadanos rechazan las mentiras de Sánchez, especialmente el muy contestado indulto a los presos del procés.

 

Sánchez debía conocer perfectamente la debilidad de su imagen y la de su Gobierno, cuando decidió darle la vuelta –como si de un calcetín se tratara- a su equipo en Moncloa y a algunas de las personas claves de su Gobierno. Justo a mediados del pasado año, hace ahora seis meses, informado por el CIS de lo que ahora confirma El País, Sánchez abrió una crisis del Ejecutivo y prescindió de sus tres personas de máxima confianza hasta entonces: la vicepresidenta Calvo, el superministro Ábalos y su jefe de gabinete, Iván Redondo. Después de muchos meses de continuos choques entre el PSOE y Moncloa, Sánchez abrió el Gobierno a Ferraz, colocando como su nuevo jefe de gabinete a Óscar López exsecretario de Organización con Alfredo Pérez Rubalcaba, considerado un pata negra del PSOE.

 

Seis meses después, y a pesar de alguna operación de imagen, la percepción del Gobierno por parte de los ciudadanos no ha cambiado sustancialmente, y es lógico que así ocurra: el problema de imagen del Gobierno no lo provocaban Calvo o Ábalos, ni siquiera el ínclito Redondo, sino el propio Sánchez, que no tiene otra opción que la de seguir actuando con los mismos gestos y las mismas claves políticas, prisionero de los compromisos que asumió para poder gobernar tras la moción de censura… y eso no puede cambiarse aunque Sánchez se pinte de verde. Al menos hasta el último tramo de la legislatura, cuando ya no quepa la posibilidad de tumbar el Gobierno.

 

Hasta entonces, lo más probable es que –a pesar de las ayudas europeas y el dinero a repartir- el empate actual no se deshaga. En las próximas elecciones habrá que contar voto a voto. 

 

 

 

 

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