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El zorro en el gallinero

 

Lo de Riad es una vergüenza. Cuando Rusia habla de paz, el mundo debería revisar su historial antes de creer una sola palabra. Desde la invasión de Ucrania en 2022, Putin ha utilizado la diplomacia como un truco de magia: un acto de distracción mientras sigue moviendo sus piezas en el tablero de guerra. La historia está plagada de acuerdos que Rusia ha firmado con una mano y traicionado con la otra. Su oferta de negociar el fin de la guerra con Estados Unidos, al margen del ‘gobierno ilegítimo’ de Ucrania y de los enemigos europeos, es la última línea de un guion que el Kremlin ha interpretado demasiadas veces.

 

Los tratados rotos son un clásico ruso: si la credibilidad tuviera peso, Rusia flotaría como un globo de feria. Basta con repasar su historial: en 1994, firmó el Memorándum de Budapest aceptando respetar la integridad territorial de Ucrania a cambio de que Kiev entregara su arsenal nuclear. Veinte años más tarde, Putin se anexionó Crimea sin pestañear. Lo mismo ocurrió con los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015, en los que Rusia prometió detener la agresión en el Donbás. En lugar de cumplir, utilizó la tregua como respiro estratégico para rearmarse y lanzar la invasión total en 2022. La lista de engaños es interminable: cada alto el fuego, cada mesa de negociación, cada promesa de Moscú se ha convertido en papel mojado en cuanto ya no le resultaba conveniente.

 

Cada vez que Putin ha hablado de paz, en realidad lo que ha hecho es ganar tiempo para fortalecer su posición. Su propuesta de negociaciones no es más que una trampa: una oportunidad para consolidar los territorios ocupados, desgastar el decreciente apoyo occidental a Ucrania y dividir a la comunidad internacional con falsas promesas. Es la misma táctica que utilizó en Georgia, en Moldavia y en Siria. Mientras Rusia ofrece ‘negociaciones, continúa bombardeando infraestructuras civiles, deportando ucranianos a su territorio y utilizando la energía y los alimentos como armas geopolíticas. Esperar un acuerdo sincero del Kremlin es como esperar que el lobo cuide de las ovejas. ¿Qué paz puede ofrecer un agresor? La paz dictada por Putin no será nunca paz, sino rendición, entrega, sometimiento. Significará la legitimación de su agresión y la consolidación de su control sobre las zonas ocupadas. En términos prácticos, Moscú exige que Ucrania acepte una nueva mutilación de su territorio a cambio de que Rusia pare, precisamente cuando Rusia necesita parar. La situación es equivalente a la de un ladrón exigiendo que se le permita coger resuello para seguir vaciando la casa. Aceptar el chantaje de Putin no es solo una traición a Ucrania, sino que sienta un peligroso precedente para cualquier otro país con aspiraciones de soberanía. La única negociación asumible por Occidente sería aquella en la que Putin devuelva lo que ha robado y rinda cuentas por su agresión. Y eso no es, ni de lejos, lo que ha estado en la agenda de Riad.

 

Pero si la posición de Rusia es previsible, el comportamiento de Estados Unidos es decepcionante y despreciable. Se trata de una deserción de los valores atlánticos que han definido la política interior estadounidense desde Yalta para acá, agravado por el hecho de que supone también una incongruente demostración de ausencia de liderazgo internacional en el momento de mayor debilidad de Rusia y de su dictador. Washington, se mostró desde el inicio resuelto a apoyar a Ucrania sin fisuras, pero ahora parece más interesado en apaciguar a un Putin absolutamente acorralado. Trump hace política internacional con la solvencia diplomática propia del duelo de una reventa de coches usados. Cree que un acuerdo rápido y mal negociado es preferible a seguir poniendo dinero en una guerra prolongada que no puede ganar nadie, pero que Putin esta muy cerca de perder. Y es precisamente ahora cuando la Casa Blanca da señales claras de que está dispuesta a rebajar su apoyo militar a Ucrania y a exigir que Zelensky asuma la cesión de una tercera parte de su territorio. Eso no es solo una traición a los principios de soberanía y autodeterminación, sino también una muestra de debilidad que fortalece a Putin y anima futuras agresiones. El abandono de Ucrania por Trump amenaza el futuro de Europa, y también debilita la posición global de Estados Unidos. Su incapacidad para sostener a un aliado en la dificultad envía un mensaje claro a China e Irán: la resistencia occidental tiene fecha de caducidad.

 

Si Trump compra la oferta de paz de Rusia, estará firmando un contrato que no se va a cumplir. Ucrania y Europa deben mantenerse firmes en la negociación de un alto el fuego basado en la justicia. La credibilidad de Rusia es nula, su palabra vale menos que las ruinas que ha dejado a su paso. Si EEUU capitula ante los intereses de Putin, no solo traicionará a Kiev, sino que pondrá en juego la seguridad y el equilibrio de poder mundial durante décadas.

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