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Geometría variable

 

 

Leo una entrevista del director adjunto de La Vanguardia, Enric Juliana, a Fernando Clavijo. En ella, Clavijo, haciéndose eco de una expresión utilizada por Juliana, asegura que la situación política creada en España con las elecciones es de “geometría variable”. No sé qué quieren decir Juliana y el presidente del gobierno con eso de la geometría variable. Pero supongo que es un término de lenguaje politiqués inventado para justificar que las posiciones que se adopten en esta negociación sean variables, es decir cambiantes. Intuyo que lo que Clavijo quiere decir es que lo que puede ser bueno en la primera votación de investidura, quizá no lo sea en la segunda. O lo que es lo mismo, que Coalición Canaria votará una cosa en la investidura de Feijóo y otra diferente en la de Sánchez. La situación es de geometría variable, porque los políticos hace años que han optado por usar un lenguaje que solo entiendes ellos. En realidad, Clavijo podría haber dicho que la situación es endemoniada. Y se le entendería mucho más fácil, porque es realmente endemoniada, en principio no parece que haya salida, más allá de la convocatoria de nuevas elecciones.

  

Pero nadie quiere elecciones ahora. Y además de que no se repitan las elecciones, nadie quiere perder ni un millo en la negociación. Para Coalición Canaria –sobre todo para Coalición Canaria en Tenerife y La Palma- sería dramático aparecer como valedores del sanchismo en la primera vuelta. Si Coalición apoya a Sánchez, perderá parte de su electorado de derechas que es importante en la provincia occidental. Eso es algo que entendió perfectamente Ana Oramas, cuando desobedeció las instrucciones de su partido de abstenerse en la investidura de Sánchez, hace tres años y medio. Hacerlo la consagró entre el electorado más conservador, y a Coalición no le supuso ningún perjuicio.

  

Hace poco más de una semana, Coalición volvió a apuntarse con precipitación y torpeza al voto favorable a Sánchez, y las redes ardieron en Tenerife. Fue entonces cuando Clavijo descubrió la importancia de la geometría variable y cambió de opinión. Le resultó muy útil que Vox se quitara de en medio para facilitarle a Feijóo que su investidura sume 172. Aunque ese Gobierno no va a salir, porque el PNV no va a votar a Feijóo. Por eso, en Coalición han diseñado una táctica también variable. Por un lado, pedir que el PNV presida el Congreso. No parece probable que el PSOE lo permita, aunque acabará llegando al premio de consolación de que el PNV esté en la mesa, y sea determinante: cuatro miembros del grupo proSanchez, cuatro de la oposición y el del PNV. Parlamentariamente también va a ser esta una legislatura entretenida.

 

La cosa es que en cuando el rey plantee consultas, Feijóo contará con un diputado más que Sánchez, y el reloj de la investidura empezará a contar: Feijóo perderá la primera y la segunda votación, se quedará con sus 172 votos –el canario incluido- y empezará la segunda tanda, donde la geometría variable definirá los movimientos. Si Junts vota a favor de Sánchez, la posición de Coalición no será determinante, pero si se abstiene, Coalición venderá su voto a precio de oro (o de promesas de oro), y explicará que lo hace por la estabilidad, por la economía y por evitar nuevas elecciones. Esa es la opción que barajan: un apoyo para la investidura, sin entrar en el pacto de legislatura de la izquierda y los nacionalistas no constitucionales. Si la cosa se pone complicada podría ser que Coalición se abstuviera, y la cosa quede 171 a 171, un empate que se dirimiría con el voto de calidad del presidente del Congreso. El PP ya da por perdida la investidura, y esa opción –empate- es la que más les gusta: un Gobierno débil, sostenido gracias a un voto de calidad, y una legislatura realmente imposible de gestionar, en la que Coalición gestionaría voto a voto leyes y presupuestos, y probablemente acabaría por apoyar la caída del Gobierno después de las elecciones vascas, donde si no hay mayoría nacionalista, o Bildu exige la presidencia, el PSOE tendrá que elegir entre pactar con el PNV o Bildu, cabreando a uno de sus socios; y las catalanas, donde -ocurra lo que ocurra- Junts acabará por liarla parda. Porque en ese próximo año y medio –las autonómicas vascas serán alrededor de julio del próximo año y las catalanas tendrían que celebrarse en febrero de 2025- Sánchez habrá tenido que conceder la amnistía, Puigdemont será candidato y si llega al Gobierno probablemente romperá la baraja.

  

Y eso sin contar los sustos que nos dé la geometría variable: el primero, este de ver al presidente del Gobierno de Canarias pedir en el periódico más importante de Cataluña la presidencia del Congreso para un político nacionalista vasco. Y veremos más

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