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Gigantes de la lectura

 

El otro día entrevistaba a una doctora en Historia y me contaba que estaba haciendo una investigación sobre el color en la restauración de patrimonio en la Universidad de Padua. Sabía que estaba en Italia esta ciudad, pero ella me explicó que está en el norte, próxima a Treviso. Y se sorprendió al saber que conocía esta población. Le expliqué que supe de esta ciudad desde que tenía unos doce años y no era por otra cosa que por el famoso y casi mítico equipo de baloncesto de los años 80: la Benetton de Treviso.

 

Cuando pienso todo lo que sé de baloncesto de aquella época mi mente va directa a la publicación especializada en el deporte de la canasta, la que es considerada como una biblia de las revistas de baloncesto: Gigantes del Basket.

 

Semana tras semana esperaba a los jueves, día en que llegaba a los kioskos esta publicación que analizaba los partidos de la semana de la incipiente ACB, profundizaba con reportajes, entrevistas, una amplia sección de la NBA, un póster central que me serviría para empapelar las paredes de mi cuarto y mucha información sobre un deporte que me cautivó como ninguno lo había hecho antes.

 

Echando la vista atrás y analizándolo bajo el prisma del tiempo pasado, he de decir que le debo mucho a Gigantes del Basket (también a otras publicaciones como Mi Baloncesto, Estrellas del Basket o SuperBasket) pues fue mi principal fuente de lectura. Es cierto que esta revista no era como leer a Cervantes, pero sí cimentó en mí la buena costumbre de la lectura y me habitué a tener siempre una publicación entre las manos, pues más adelante me pasó lo mismo con otras pasiones, como pudo ser el cine. Ahí tiré mensualmente de otras de las biblias: Fotogramas.

 

Digo todo esto porque veo hoy en día que los niños (lo veo en primera persona a través de mis hijos) leen mucho menos y sobre todo que no tienen ese hábito que tuvimos muchos que si bien no leíamos literatura profunda, si leímos a través de prensa deportiva o cómics u otro tipo de derivados de las letras impresas.

 

Sé que competir con los móviles y las redes sociales de impacto instantáneo es imposible y que incluso ya el papel es algo obsoleto, entre otras cosas, porque cada vez se tiende más a eliminar este formato por su alto coste económico y el desgaste medioambiental que supone, pero por el camino estamos perdiendo algo importante: el hábito de la lectura.

 

Una sociedad que se forma y se informa a través de vídeos de 40 segundos no creo que pueda generar a unos ciudadanos con base y solidez en sus fundamentos y en sus exposiciones. Veo un futuro, en este sentido, no muy prometedor. Disculpen mi pesimismo.

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