La prima y el pánico
Reunido ayer, tras una convocatoria de urgencia planteada a primera hora de la mañana, el Banco Central Europeo decidió reinvertir los bonos que había comprado en el marco de su programa de adquisición de deuda para frenar desajustes vinculados a los efectos de la pandemia, y usarlos para adquirir deuda de Grecia, Italia y España, y contener así el crecimiento disparado de la prima de riesgo en los países del Sur. Podría decirse que Europa se la vuelve a jugar por sus países del Mediterráneo, pero ni esto va a contener mucho el pánico creciente de las bolsas, ni se trata sólo de salvar al Sur de sus pecados. Porque lo que ha ocurrido es que los bonos vinculados a deuda soberana de los países del Sur, han crecido por encima del tres por ciento y la prima de riesgo se ha colocado en niveles no vistos desde 2014, cuando comenzó a remitir la crisis económica del 2008. Pero no es sólo la economía del Sur lo que está en juego…
La decisión de reinvertir los bonos comprados durante la pandemia se produce apenas una semana después de que el Banco Central Europeo decidiera subir los tipos de interés por primera vez desde hace más de una década, 0,25 puntos en julio, más una subida aún no cuantificada pero que se espera similar en septiembre. Lagarde decidió aplicar esa subida para frenar la inflación y recuperar la estabilidad de precios en el continente, aunque no todos los expertos comparten que el procedimiento más ortodoxo en situaciones de inflación, que es aplicar un endurecimiento de la política monetaria y subir los tipos de interés, traiga necesariamente una reducción de los precios de productos y servicios. Especialmente con esta concreta inflación, que ya no es empujada por un exceso de liquidez, sino por la reducción de la oferta. Pero eso –subir los tipos- es lo que hizo en Banco Europeo, y lo que hoy ha vuelto a hacer la Reserva Federal aumentando 0,75 puntos el precio del dinero estadounidense.
El principal efecto negativo de la decisión de escalar los tipos es que encarece de forma inmediata las condiciones de financiación de los estados, y eso provoca graves perjuicios para los países con más presión de la deuda sobre su capacidad de producir riqueza, que es lo que le ocurre a España. Nuestro país no es ni de lejos el más endeudado de Europa, pero sí es de las grandes economías europeas la más endeudada en relación a su PIB.
El rendimiento que se exige por el mercado privado a los bonos soberanos está vinculado al riesgo de no cobrarlos: cuantas más dudas existen sobre la capacidad de un país de pagar lo que debe, más rendimiento económico le exigen los compradores y mayor acaba siendo el interés que tienen que pagar para colocar su deuda. En la zona euro, la subida de tipos tiene además otro efecto perverso: provoca grandes diferencias entre el rendimiento de los bonos de unos y otros países. Es lo que en argot comunitario se denomina ‘fragmentación’, un efecto que se mide por la diferencia del rendimiento de la deuda soberana -a diez años- con el bono de referencia, que es el bund alemán.
Cuando ya nos habíamos olvidado de las primas de Zapatero y Rajoy, parece que nos tocará lidiar durante tiempo con la prima de Sánchez. España ha gastado como si no hubiera un mañana durante la pandemia y se ha endeudado hasta las cejas. Ahora necesitamos que Europa nos saque las castañas del fuego. El mero anuncio de la reunión del Banco Central provocó ayer que el interés de nuestra deuda bajara ligeramente una décima de punto hasta el tres por ciento, mientras el bund alemán (Alemania es la que acaba pagando siempre todas las alegrías) subía tres centésimas. Las bolsas respiraron después de varios días de caer, y el diferencial de la prima, entre lo que bajo el interés en España y lo que subió en Alemania, se redujo en ocho puntos básicos, pasando de 136 a 128.
¡Que suerte vivir aquí! Aquí, en Europa. Pero no nos engañemos: lo de ayer ha sido apenas un gesto, un breve pulso a los mercados compradores de prima, encantados por las subidas. Pero lo de gastar la deuda de la pandemia en comprar más deuda es pan para hoy y más pánico para mañana. Y las medidas que podrían contener la fragmentación no van a contar con el apoyo cerrado de todos los países europeos. Al norte del Mediterráneo el personal –el político y el de a pie- está cada vez más cansado de sostener la fiesta del Sur.