La visión del perroflauta
A finales de octubre del año pasado Argelia decidió rescindir el contrato que mantenía con Marruecos y que permitía llevar gas a España a través del gasoducto Magreb-Europa, una tubería de 1.400 kilómetros que une Argelia con la Península y que fue puesta en funcionamiento en los últimos años del siglo pasado. El tubo se extiende a lo largo de 540 kilómetros a través de territorio marroquí, y permitía la entrada en España de 6.000 millones de metros cúbicos de gas. Otra parte de nuestro consumo –unos 7.000 millones- llegaba a través del otro gasoducto argelino, el Medgaz. Y el resto, más del 60 por ciento del total que consumimos, en barcos gaseros que descargan en los puertos españoles. En seis de ellos -Barcelona, Sagunto y Cartagena en el Mediterráneo y Bilbao, Mugardos-La Coruña y Huelva en el Atlántico- se cuenta con plantas de regasificación. Juntas duplican la capacidad de regasificación de los puertos franceses o italianos. Con el cierre del gasoducto magrebí, fruto de la escalada bélica entre Argelia y Marruecos, España ha sufrido su propia minicrisis gasística, similar a la que puede tener que enfrentarse Europa central. Se ha resuelto con rapidez aumentando la llegada de metaneros a los puertos españoles y casi duplicando el gas que llega por el Medgaz, en una respuesta coordinada por Enagas.
Es por esos seis puertos con plantas regasificadoras por lo que Bruselas considera hoy que España puede ser un socio clave en el suministro de gas a otros países de Europa si la guerra llega a Ucrania, la Unión Europea reacciona y Rusia decide parar sus exportaciones y congelar Europa central, algo que aún es una hipótesis lejana –Rusia necesita seguir vendiendo su gas, más aún si entra en guerra- pero no del todo descartable. Las exportaciones rusas suponen hoy el 40 por ciento del consumo de Europa, y la práctica totalidad del gas que calienta la Europa central. Pero el tiempo juega contra Rusia, porque al invierno le queda poco más de un mes de fríos extremos y eso permitirá a EEUU –primer productor mundial de gas- desarrollar su plan de abastecimiento alternativo, que pasa por transportar por mar cantidades ingentes de gas licuado que se regasificará en las centrales de los puertos europeos, permitiendo cubrir una parte de la demanda cercana a esos puertos. La capacidad de recepción de licuado y regasificación en España cubriría las necesidades de Francia y Alemania. No sólo con lo que llegue de EEUU y Qatar, también con las compras tradicionales a Guinea Ecuatorial, Trinidad-Tobago o Argentina.
Pero la atención al problema europeo ha hecho olvidar que Marruecos alimentaba con gas argelino sus centrales eléctricas de Tanger y Uchda, gestionadas por Endesa y Abengoa. Para evitar perder el diez por ciento de su capacidad de generación eléctrica, Marruecos deberá ahora recurrir a metaneros para abastecerse de gas, probablemente estadounidense. Los buques zarparán hacia nuestro vecino país desde Huelva, como ya hacen las gabarras que llenan los depósitos de los cruceros europeos en los puertos canarios.
Otra oportunidad perdida para Canarias, por renunciar a la planta de regasificación que debía instalarse en el Puerto de Granadilla, y habría sido durante años el único punto de suministro de todo el Atlántico Sur. Tras la ruptura de relaciones con Argelia, Marruecos acabará construyendo su central de regasificación en Agadir, y seremos nosotros los que compremos allí el gas que usarán como combustible nuestros barcos, algo que será obligatorio dentro de tres años. Tendremos que pagar a Marruecos el peaje económico -y estratégico- al que nos ha llevado la visión de los perroflautas y la incompetencia y cobardía de nuestros dirigentes.