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Llegan los marcianos

 

  • Redacción NoticiasFuerteventura
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    Faltan apenas unas horas para que lleguen los del PP de Madrid y se proceda a escenificar la firma del pacto de Gobierno de la derecha. Hay nerviosismo e indefinición, y los rumores circulan a la velocidad de la luz, y son para todos los gustos, aunque casi todos tienen que ver con Casimiro Curbelo, flamante árbitro de la situación política en Canarias. Curbelo juega a la perfección su juego, dejándose seducir. Al PSOE le había dejado muy claras sus condiciones: participar en el Gobierno y que lo hicieran además todos los restantes partidos, para garantizar su solidez, que no se tocara la ley de Islas Verdes, que se les diera grupo parlamentario inmediatamente y que no se avanzara más en la reforma electoral, que las cosas quedaran como estaban en la disposición transitoria primera del Estatuto, aún muy condicionada por la triple paridad, apenas corregida por un diputado para Fuerteventura, y una lista regional que había demostrado ser útil sólo para meter a más gente en el Parlamento.

     

    Pero después del día 15, las condiciones de Curbelo a Ángel Víctor Torres fueron más: su antiguo amigo, el constructor Agustín Marichal, enfrentado a él a muerte desde hacía casi una década porque le había reventado un proyecto urbanístico, se presentó en Valle Gran Rey, se reunió con los concejales del PSOE y de Nueva Canarias y les había convencido -no le costó mucho- para que le levantaran el Ayuntamiento. Ahora Curbelo pedía también que le devolvieran su victoria en Gran Rey o echaran a los concejales rebeldes, y que a Julio Cruz, su antiguo pupilo, inspirador de la mayoría de las trapisondas recientes, lo mandaran a coger lapas. Bien lejos.

     

    Condiciones para ganar tiempo

     

    Muchas condiciones, estratégicamente presentadas una un día, otra otro, para ganar tiempo y dilatar una decisión, que había prometido a Clavijo no adoptaría en ningún caso antes de las cuatro de la tarde de ese jueves. Román Rodríguez estaba también en esa pomada. Le había dicho a Casimiro -y también a Fernando Clavijo- que si pedía tiempo, él le apoyaría. Porque Román también había necesitado tiempo para intentar cerrar Telde y Santa Lucía, para asegurar que el PSOE no haría al final ninguna jugarreta en el cabildo grancanario -Ibarra y Chano Franquis seguían exigiendo Hacienda y amenazaban con romper y dejar al PSOE fuera del pacto- y sobre todo porque quería ganarse la confianza de Curbelo. La pieza clave de ambas opciones de gobierno, por la derecha y por la izquierda. Curbelo ganaba, pues, tiempo para que Clavijo cerrara su complicado acuerdo con el PP. Y atemperaba sus declaraciones en función de las conveniencias del día: le quitaban Gran Rey y entonces declaraba que había llegado la hora de explorar acuerdos distintos al frustrado pacto de derechas. El PSOE se resistía y entonces volvía a hablar de pactos por la derecha. Eso fue exactamente lo que hizo la tarde del miércoles cuando anunció que el pacto de Gobierno sería a 36. No a 37. Es decir, un pacto de derechas.

      

    Lo dijo muy seriamente al acabar el acto solemne de celebración del Día de la Policía Canaria, celebrado el miércoles en San Sebastián de La Gomera. Clavijo había acudido al acto con la consejera de Política Territorial, Nieves Lady Barreto, y Curbelo estaba con el alcalde de San Sebastián, Adasat Reyes, de la Agrupación Socialista Gomera. Curbelo había hecho lo que siempre, reclamar más para La Gomera, esta vez la creación de un grupo itinerante de la Policía Autonómica, para que las islas en las que no hay presencia del cuerpo contaran de vez en cuando con ella. "Para avanzar en la realidad de un territorio insular que quiere unos servicios de iguales", dijo. Cuando acabó el acto Clavijo le celebró mucho la intervención, le comprometió a aguantar hasta un día más, y le garantizó que al día siguiente estaría todo resuelto. "Ya tenemos todo cerrado, yo salgo del Gobierno, pero no vas a ser Asier, será María Australia. Está todo hablado con Madrid, mañana vienen Egea y Maroto a poner orden. Ya tenemos los 33. Pero tienes que prometerme que me aguantas el día". Casimiro se comprometió. Cerró el plazo en las cuatro de la tarde del jueves y quedó con Clavijo en verse al día siguiente, que ambos tenían que ir al Parlamento a recoger sus credenciales. Fue entonces cuando Curbelo anunció a los medios lo del "acuerdo a 36". Pero al llegar a su casa comenzó a darle vueltas a la cabeza; se quedó pensando, algo se le había encasquillado y rumiaba en su cabeza. Y cuando un gomero le da muchas vueltas a las cosas, puede ocurrir de todo. Por ejemplo, que decida hacer esa llamada que precipitó todo?

      

    Asier Antona había ido a una cena organizada por la Fundación Diario de Avisos con Mariano Rajoy, invitado por el dueño del periódico, Lucas Fernández, cuando recibió la llamada de Curbelo. Se levantó para hablar con él: "Mira, que estoy en la cena de Mariano". Y Curbelo: "Perdona, es que? oye? ¿Quién va a ser el presidente?". Asier se quedó de piedra: "¿Quién va a ser? ¡Pues yo, faltaría más!" Y Curbelo: "Ah, pues muy bien, pues mañana te llamo?" Y Asier: "No, no, ¿pero que pasa?, ¿te han dicho algo?" Siguieron hablando un minuto más. Y Curbelo quedó en volver a hablar con él al día siguiente a eso del mediodía. Luego se quedó desvelado y no pudo dormir toda la noche. Por la mañana, poco antes de las ocho, le llamó un viejo amigo. Le preguntó por las negociaciones y el pacto y él le dijo -muy nervioso- que no iba a salir lo previsto, que el pacto de derechas no iba a funcionar, que la gente que mandaba Madrid no iba a poder parar a Antona, que se había vuelto loco.

      

    Después de colgar, habló con Clavijo, le expresó sus dudas de que el pacto saliera y Clavijo le garantizó que estaba ya cerrado y volvió a pedirle que esperara al menos hasta las cuatro de ese jueves. Curbelo se comprometió, le dijo que tenía la mañana para lograr sumar 33 votos si quería contar con los tres suyos, y le recordó que tenía una reunión con los de la izquierda en el Parlamento de Canarias, y se había comprometido con ellos y no podía dejar de ir. Clavijo le dijo que ganara el día. Le contó que solo faltaba reunir a la permanente de Coalición, para respaldar la salida que se había encontrado para el pacto. La celebrarían al día siguiente, muy de mañana, a través de videoconferencia: "Lo único que te pido es que no firmes nada con ellos. No lo hagas. A las tres de la tarde ya estaremos firmando nosotros en Tenerife el acuerdo, ya verás que no hay problema. Aguanta y no firmes con ellos, es lo único que te pido".

     

    Vuelo con destino a Gran Canaria

      

    A esa misma hora, Teodoro García Egea y Javier Maroto volaban con destino a Gran Canaria. Tenían una reunión en la sede del PP en la calle Albareda con Antona y Australia Navarro, y luego con José Miguel Barragán. Sobre las diez y media de la mañana llegaron a la sede, al mismo tiempo que Antona. Dos minutos escasos después, puntual como un reloj, llegó José Miguel Barragán. Venía de una reunión con Rosa Dávila y María Australia Navarro, que se mantuvo en secreto, pero sí conocían en la dirección del PP. Barragán se reunió con ellos y con Lope Afonso, ex alcalde de Puerto de la Cruz, en ese momento representando a la Comisión Nacional de Pactos del PP, para dar el visto bueno a un acuerdo estrictamente político, no programático, de tan solo siete puntos, en el que el primero rezaba: "Los portavoces de CC-PNC, PP, Cs y ASG manifestarán a la Presidencia del Parlamento su apoyo a Dña. María Australia navarro [una errata, con las prisas se les escapó poner la mayúscula a Navarro] de Paz como única candidata a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de CANARIAS".

      

    Barragán, satisfecho con su papel

      

    La reunión con Barragán se desarrolló en un despacho de la sede, mientras en el de enfrente esperaban Australia Navarro y -impostadamente tranquilo- Asier Antona. Al rato, Barragán se fue satisfecho con su papel, y García Egea les solicitó que pasaran al despacho. Allí, delante de Maroto y de Lope Afonso, el secretario general del PP fue directamente al grano, y explicó el acuerdo que se había alcanzado: "Asier, esto es un gobierno de consenso, tienes que entenderlo?". Lope, amigo personal de Antona, que había participado en la reunión previa, intento apoyarle "¿Y no hay otra solución? Sé que es complicado, muy difícil?" Al secretario general no le dio tiempo ni de decir que el partido sabría compensar el sentido de la disciplina y generosidad de Antona. Como poseído por la furia, Antona cambió completamente de actitud, comenzó a gritar absolutamente fuera de sí, dijo que ya le había advertido Curbelo de lo que le tenían preparado, dio algunos bufidos y un portazo y se fue a toda prisa de la sede sin despedirse. No estuvo dentro ni siquiera dos minutos. Cuando se fue todos se miraron en silencio. María Australia parecía completamente consternada y Lope sin resuello, pero nadie pensó que aquello pudiera significar la ruptura del pacto de Gobierno.

      

    Salieron del despacho como si escaparan de un funeral de tercera, en el que los dos únicos que parecían aliviados por lo ocurrido eran García Egea y Maroto, aunque Maroto estaba muy callado. El ambiente era gélido, y la tensión podía cortarse con una cuhilla. Parecían marcianos recién aterrizados en un planeta que acabaran de devastar. María Australia estaba encogida ante los acontecimientos. Decidieron ir hacia el aeropuerto de Gando para volar a Tenerife, donde Fernando Clavijo y Curbelo habían ido a acreditarse al Parlamento.

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