Mauritania: ya no es tiempo de promesas
El presidente Clavijo, aterrizó ayer en Nuakchot con la determinación de reforzar las relaciones comerciales con Mauritania y abordar de frente la crisis migratoria que desborda las costas del Archipiélago. No fue solo, más bien acompañado por una enorme delegación de 70 empresarios, emprendedores e investigadores. A pesar de la estremecedora belleza del desierto, o el evocador paisaje del Parque Nacional el Banc D’Argin, Mauritania no es precisamente un país atractivo desde el punto de vista turístico. Es de suponer que la delegación canaria no acude para pasar un par de días de feliz disfrute entre camellos, sino como resultado del interés creciente de las relaciones comerciales entre ambos territorios. Mauritania es el principal importador de productos canarios de África, con más de 75 millones de euros en exportaciones, sin contar el turismo sanitario y el ‘comercio de maletas’ que aún mantiene su pujanza. Sólo eso justificaría una visita oficial del presidente de Canarias, pero el frente que hoy preocupa más al Gobierno regional es el que tiene que ver con la explosiva situación que vive un país del doble de tamaño de España, pero sólo cuatro millones y medio de habitantes, y en el que en los últimos años se han instalado un millón y medio de inmigrantes y refugiados del Sahel, y otros países de África y Asia. Según el Observatorio Atlas-Sahel, la situación de la emigración es crítica, los enjambres de embarcaciones seguirán creciendo y el país no dispone de recursos para evitar el salto de decenas de miles de personas desde las costas de Nuadibú a Canarias.
Por eso, la visita de Clavijo aunque mantiene una agenda repleta de reuniones de alto nivel que pretenden mejorar los lazos comerciales con el principal socio africano de Canarias, tiene como principal objetivo colaborar con el gobierno de la República Islámica para contribuir a reducir un fenómeno migratorio que ha convertido las playas mauritanas en el punto de partida de más de la mitad de los cayucos que llegan hoy a las Islas. La reciente espantada de la misión europea en el Sahel agrava la inestabilidad en la región. Además, Mauritania se encuentra en un delicado equilibrio político tras las elecciones presidenciales de 2019, en las que el presidente Ghazouani asumió el poder tras suceder a su mentor, Abdel Aziz. El relevo fue pacífico, pero la sombra del anterior mandamás sigue pesando sobre la política mauritana, con acusaciones de corrupción y movimientos que amenazan con resquebrajar la estabilidad lograda con gran esfuerzo en un país que oscila entre regímenes militares y democracias frágiles. A todo eso se suma la creciente presión de grupos yihadistas, que abre la puerta a nuevos movimientos migratorios. Clavijo lo resumió con resignación: “son miles de kilómetros de costa, se necesitan recursos y colaboración para generar oportunidades aquí”. Pues si, eso mismo.
Lo cierto es que el contexto saheliano convierte a Mauritania en un socio imprescindible para la Unión Europea en seguridad y control migratorio. Sin embargo, la ineficiencia de los mecanismos de cooperación resulta frustrante: siendo Mauritania, uno de los países más pobres y secos del planeta, sería cruel decir que llueve sobre mojado, pero las buenas intenciones del presidente de una pequeña región de la España atlántica probablemente no ayuden a un país completamente desesperado y sobrepasado por la emigración. Hoy, una de cada cuatro habitantes es inmigrante, y de ellos la inmensa mayoría son irregulares. En Mauritania están hasta el Kufi, hartos de promesas europeas.
Es lógico que lo estén: Pedro Sánchez se reunió el año pasado hasta en tres ocasiones con Ghazouani, las dos primeras en Mauritania, y la última hace tan solo dos meses, en Moncloa. Sánchez acudió en febrero pasado a Nuakchot, acompañando a la presidenta de la Comisión Europea para negociar el desarrollo de proyectos de hidrógeno verde de capital español en Mauritania. Von der Leyen se comprometió a impulsar la mejora de la carretera que una la capital con el puerto de Nuadibú. Pero a pesar de una segunda visita de Sánchez a Mauritania en agosto, y del encuentro con el presidente Ghazouani en Moncloa, ninguna de esas promesas se materializa. Tampoco la de movilizar más de 300 millones de euros para frenar la migración irregular desde Mauritania a Canarias. La suma incluye 200 millones destinados a fomentar la inversión de empresas españolas en Mauritania durante cinco años, 60 millones para proyectos de desarrollo en cuatro años, 50 millones en cooperación financiera. Y además, duplicar la ayuda humanitaria al país. Los compromisos fueron formalizados, pero la implementación de las ayudas y proyectos sigue en proceso de activación. Ese no es camino a seguir. Lo que Canarias prometa debe cumplirse.