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Un debate de humo

 

Ángel Víctor Torres leyó ayer un discurso numerado en 79 páginas con justo la mitad de ellas en blanco. No debía tener el presidente muchas ganas de explayarse, porque tampoco puede el hombre ofrecer un gran balance. Más de la mitad de la legislatura la ha pasado el Gobierno protegiéndose del Covid y quejándose (con razón) de haber tenido que soportar un catálogo de desastres. En esa situación, lo razonable es que Torres hubiese aceptado que “el Gobierno de carne y hueso” que preside ha tenido mala suerte y las cosas no le han salido demasiado bien. Pero es sabido que un Gobierno no va a reconocer jamás que deja las cosas peor de lo que las encuentra. Canarias ha soportado estos dos años toda clase de padecimientos y dolores, pero el discurso no podía ser que eso ha impedido ofrecer un buen balance de gestión, sino que –todo lo contrario- el Gobierno es tan eficiente que las cosas están ahora en Canarias mucho mejor de cómo las recibieron. Supongo que si a la serie de catastróficas desdichas que ha soportado Canarias durante el mandato de Torres se hubiera sumado la caída del meteorito que asolara las islas y acabara con la mitad de su población (aún se lo espera, no hay que desanimarse), Torres seguiría asegurando imperturbable que su Gobierno devuelve Canarias mejor de lo que la encontró.       

 

El único problema es que eso no es en absoluto cierto, como demuestran los datos, y además falta aún un año y algo por delante. Si yo fuera el optimista Torres me haría un seguro, porque todo apunta a que lo que viene –especialmente en lo que a la economía se refiere- no va a ser mejor, sino aún peor. Vamos a soportar una etapa de estancamiento económico e inflación, que –en términos económicos- es lo peor que le puede ocurrir a una economía, si dejamos lo del meteorito a un lado. Por eso, la gran jugada de Torres es su insulso discurso de ayer fue anunciar que el Gobierno ha decidido hacer desaparecer todas las restricciones Covid. Fue como si Torres hiciera explotar una bomba termobárica que arrasó el resto del discurso, e hipersónica que llegó a los titulares de los medios digitales tan rápido que llegó incluso antes de que él lo anunciara.

 

Ante la noticia más esperada de los últimos dos años, se olvidan las ausencias de su discurso más difíciles de encajar: cosas prácticas como el encarecimiento de los precios de la energía y del combustible que ya están aquí, y que arrastrarán todo lo demás, o el probable desabastecimiento de algunos productos –piensos, granos, aceite de girasol, galletas, lácteos…-, o la inflación disparada, el dinero más caro, los problemas en el transporte, la construcción pública atascada, la privada parada, el turismo en el aire… O también asuntos de principios, como esa asombrosa larga cambiada del propio Torres ante la inopinada decisión de Pedro Sánchez, que ha pasado de cambiar lo de meter en secreto y con pasaporte falso a Brahim Gali en un hospital de Logroño, a copiar el tuit de Trump sobre la soberanía marroquí en un Sahara con autonomía otorgada.

 

Pillado in albis hace un par de días, Torres había dicho algo así como que resolver lo del Sahara era muy bueno para Canarias. Ante el empute desatado de sus socios de Gobierno, quiso remediarlo con unas declaraciones sobre su convicción de que todo se haría de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas y el acuerdo de las partes, en uno de esos delirios tan propios de la política, que consisten en creer que basta con mentir con convicción para que los demás se traguen cualquier argumento, por peregrino que sea.   Ayer, Torres se dio cuenta de que no todo vale: con el Parlamento en contra de la jugada sanchista sobre el Sahara, incluso sus tres socios florales -podemitas, romanís y gomeros-, y para escapar a su peor debate (en realidad sólo hay otro para comparar, el del año pasado, el anterior se suspendió por confinamiento), el presidente recurrió al humo: anunciar que mañana el Gobierno de Canarias acabara con ‘todas’ las restricciones Covid.

 

¿Todas? No, para nada. Sólo las que dependen del Gobierno de Canarias, que son las que pueden anunciarse, decidirse o proponerse cuando le convenga al Gobierno de aquí. O sea, que seguiremos embozados hasta que lo decida Sánchez. Que siempre puede hacer lo mismo que Torres y regalarnos el final de las medidas contra el Covid, el mismo día que comparezca en el Congreso para explicar su secreta carta de amor rendido a rey Mohamed.

 

¿Sirvió de algo el debate? Sí, desde luego: se pudo comprobar lo requetebién que aplaude Nira Fierro. Un gran futuro como claque.    

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