¿Verdad absoluta?
Salir de la zona de confort siempre es positivo. El pasado mes, estando de viaje lejos culturalmente de España, físicamente no tanto, me dio por recapacitar. Eran las once de la mañana y en mitad del Zoco de Marrakech, mientras mis acompañantes debatían sobre no recuerdo qué, me puse a mirar a mi alrededor. Si una cosa me ha servido en esta vida es dedicarle tiempo a la observación. Lo hago habitualmente, de forma no premeditada, y resulta que este ejercicio es mucho más enriquecedor de lo pueda parecer en primer instancia por su simplicidad.
Allí estaba sentado mirando cómo se comportaba la gente que nos rodeaba. Varias de las mesas estaban ocupadas por europeos y entre ellos, desfilaban lugareños buscándose buenamente la vida. Un poco más lejos, hasta donde podían alcanzar mis ojos, unos niños jugaban tirando contra un muro una especie de adoquín, varios comerciantes asaltaban a extranjeros para venderles cualquier cosa al precio que fuera; otros simplemente estaban tirados en las aceras viendo la vida pasar sin aparente actividad.
Nosotros charlábamos. Repito que no lo recuerdo, pero supongo que encima de la mesa estaría algún tema de actualidad, de política, de los hijos, del precio de la vivienda, de la inflación o de cómo ha aumentado el nivel de vida en España mientras que los sueldos se han quedado anclados en los 90. Algo así sería. Es decir, una charla adaptada al mundo que nos ha tocado vivir y por ende, a las preocupaciones que marcan nuestro día a día. Sin embargo, constaté que al de la esquina que vendía baratijas por 10 Dírhams (1 Euro) se la traería floja esa conversación porque seguramente su prioridad ese día fuese poder comer algo antes de caer la noche. También vi a una mujer con dos críos pequeños, uno lactante, tirada en la calle encima de un cartón a las diez de la mañana y allí seguía al atardecer esperando que algún europeo como nosotros, decidiera no comprar algo que le sobra y destinara ese dinero para ayudarle.
Ahí te das cuenta que nuestra opinión está condicionada por las circunstancias que nos han tocado vivir, e incluso sin irse al extremo que les narro, uno puede ver la misma realidad desde dos prismas totalmente opuestos. Por eso la verdad absoluta no existe. Todo es subjetivo; absolutamente todo. Aunque nosotros nos empeñemos en vender nuestro discurso como verdad absoluta creyéndonos, directamente, opositores a Dios.