28 años sin César
Tal día como hoy, hace 28 años, el universal artista lanzaroteño perdía la vida en un trágico accidente de tráfico
«Se trata de vivir cara al futuro, contribuyendo a construir una alternativa limpia, inteligente, de calidad de vida. No debemos desfallecer, hay que seguir adelante, estar vigilantes y mantener viva la conciencia crítica, pues el futuro nunca está conseguido, lo tenemos que hacer desde el presente” (César Manrique, Arrecife, Lanzarote, 24 de abril de 1919-Teguise, Lanzarote, 25 de septiembre de 1992.)
HO se cumplen 28 años de la muerte del que es un referente en lo cultural, y en el compromiso social y ecológico de una tierra isleña como la nuestra. El inagotable César Manrique ocupa un lugar privilegiado en la memoria de todos los canarios y obliga a revisar su visión con asiduidad pues el conocimiento que transmitió desde el inicio de su carrera, continúa vigente hoy en día.
“Es muy fuerte el influjo de esta tierra. La singularidad natural, física y cultural de Canarias ha influido poderosamente en mi personalidad y en mi arte”, le confesó a Carmelo Rivero, hoy director de DIARIO DE AVISOS, en una entrevista que publicó El País en septiembre de 1991, justo un año antes de su muerte.
En ella, César admitía que las Islas, sus islas, “son más irreales que el continente, y quienes vivimos aquí somos fruto de una experiencia vital limitada por el mar, que nos lleva a mirarnos hacia adentro”. Estaba convencido de que el paisaje volcánico de Lanzarote era único en el mundo y lo defendía a capa y espada, sin pelos en la lengua: “Yo siempre digo la verdad para que se corrijan los errores y se mentalice la opinión pública”.
En el centro de la diana de sus críticas, además de los políticos, a los que reprendía con vehemencia, estaban los constructores que buscaban hacer dinero fácil. “Estoy en contra de los especuladores que sólo piensan en forrarse llenando sus bolsillos; creo en lo que siento y por eso digo las cosas que siento, y con Canarias se está cometiendo una tremenda injusticia”.
Sus dardos siguen teniendo hoy, casi tres decenios después, plena vigencia: “La corrupción ha existido siempre. Lo que me preocupa es que la política termine siendo un campo reservado a personas dispuestas a enriquecerse; aun así, sigo creyendo en las personas honestas y dispuestas a trabajar con amor para los suyos”.
“Cuando me quedaba en su casa, por las mañanas, lo veía salir al volcán descalzo caminando sobre el picón. César era naturaleza, pura naturaleza”, lo describió, tan gráficamente, Pepe Dámaso, artista y amigo personal. Manrique predicaba con el ejemplo y al despuntar el sol se mimetizaba con el paisaje, al que entraba de puntillas. Mimaba la naturaleza.
Su curiosidad no tenía límites y ejemplos nunca faltaron. “Me confesó que estando en Nueva York, en los años 60, se fijó en los parabrisas cóncavos de los coches, y en eso se inspiró para proyectar después el Mirador del Río, esos grandes ojos que avistan La Graciosa y los islotes de Chinijo”, reveló Francisco Galante, profesor de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna.
Manrique vivió en la búsqueda constante del equilibrio y la armonía y entre la naturaleza y el arte, creando obras integradas en el medio y en la propia población de Lanzarote y La Graciosa.
Declarado Hijo Predilecto de Lanzarote, Manrique su contribución artística al entorno natural fue reconocida dentro y fuera de las Islas. Entre otras distinciones, recibió el Premio Mundial de Ecología y Turismo (1978), la Medalla de Oro de Bellas Artes (1980), el Premio Canarias de Bellas Artes (1989) y tres galardones europeos: dos en Alemania y uno en Holanda. Su labor fue decisiva para que Lanzarote fuera declarada por la Unesco en 1993 Reserva Mundial de la Biosfera.
El prolífico artista falleció un 25 de septiembre de 1992 cuando se dirigía a la Fundación César Manrique, la cual habia sido inaugurada ese mismo año. Hoy en día recoge una colección de sus obras y de otros artistas.