El Calabazo, natural del Valle de Aridane
La primera noticia de la práctica del calabazo con un carácter lúdico organizado de exhibición es reciente, a partir de la década de 1980, para evitar su desaparición
El calabazo es una manifestación derivada de la labor de riego de los campos y de la necesidad de salvar los desniveles de las terrazas que forma el terreno. Se denomina calabazo por el artefacto empleado para el riego, que en otro tiempo estuvo constituido por una parte de una gran calabaza que se ajustaba al final de un largo palo.
Esta práctica se localiza solamente en el Valle de Aridane (La Palma), y debemos llamar la atención sobre el hecho de su difícil clasificación dentro de los juegos canarios. Se trata de un deporte rural organizado y de reducida práctica. Sin embargo, a pesar de no poder ser considerado como tradicional, no podemos sustraernos al fenómeno sociológico que representa la organización de una actividad deportiva rural surgida de las viejas pugnas circunstanciales entre las parejas de calabaceros, y todo ello aprovechando la estela del movimiento a favor de los juegos y deportes canarios.
De uno u otro modo, gracias a este fenómeno parece asegurase el mantenimiento de la tradición laboral de la extracción de agua por medio del riego con calabazo, prácticamente desaparecida, aunque quede muy desvirtuada fuera de su contexto habitual.
En cuanto al origen del calabazo como artefacto de labor parece tener su principal influencia en la cultura portuguesa, que tuvo cierta relevancia no sólo en La Palma sino también en algunas zonas de otras islas. En la actualidad esta práctica se conoce en Portugal, aunque sin carácter lúdico. La noticia más antigua que se conoce, hasta el momento, sobre el calabazo es de 1868 en una carta del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane en la que se recoge una solicitud de certificación de Felipe Sosa Capote que es dueño y poseedor de una huerta de riego al calabazo en el pago de Argual…
Sin embargo, otros investigadores plantean la hipótesis, basándose en documento de 1889, en el que también se hace mención al riego con calabazo, que es posible remontar su práctica al menos doscientos años atrás. La primera noticia de la práctica del calabazo con un carácter lúdico organizado de exhibición es reciente, a partir de la década de 1980, para evitar su desaparición.
Anteriormente se sabe del uso de la pugna puntual entre las parejas que extraían el agua, que se medían entre sí a ver quién aguantaba más, pero de manera no organizada. El paso de actividad de riego a juego se origina por el celo del propio trabajo, y el motor que lo impulsa es el mismo que en otros juegos que igualmente proceden del trabajo, es decir, la pugna como apuesta. Se trataba de regar con la mayor cantidad de agua en un tiempo limitado de riego.
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La promoción que realizan las instituciones públicas de esta actividad, entre ellas el Cabildo de Fuerteventura con su Programa “No Olvides Lo Nuestro”, en forma de demostraciones, o la organización de una pequeña competición en los certámenes de juegos tradicionales sirviéndose, incluso, de una regadera artificial, fue acogido como un reconocimiento a un oficio que se perdía y, paralelamente, a la calidad de cada uno de los calabaceros, que precisamente eran tanto mejores cuanta más agua eran capaces de mover.
Distinguiremos distintos elementos que configuran el juego del calabazo. En primer lugar, el canal o acequia por donde discurre el agua y que oscila entre 40 y 75 cm., con una profundidad variable. También la regadera, que es el lugar a donde se va echar el agua extraída con el calabazo, y que tiene a sus lados huecos donde poder sentarse el calabacero. El calabazo, como útil de regadío, permite dividirlo en dos partes: el palo, que es de una madera dura y que servirá como brazo de palanca, y recipiente, que antiguamente era la cáscara de una gran calabaza curtida al sol y hoy es un depósito formado por doce piezas de lata soldadas.
Las medidas del palo dependerán de la altura del desnivel que hay que superar, tomándose como mínima la de 180 cm. La capacidad del recipiente para la recogida y transporte del agua oscila entre los 12-16 litros.
El calabazo completo y vacío pesa 3-4 kg. La técnica de ejecución es muy depurada, pues los calabaceros apenas derraman agua en todo el recorrido; se divide en cuatro fases, que se realizan con gran continuidad, a partir de una posición fundamental de partida. En un principio, el calabacero se sitúa a un lado de la regadera, con el cuerpo casi de frente al canal y el agarre del palo se realiza con las dos manos, ambas separadas unos 45 cm.
La primera fase es la de llenado y se realiza a través de un giro de muñecas y con leve apoyo del palo en la rodilla del lado que proceda.
La segunda fase es la de recorrido del calabazo hasta la regadera, que se produce mediante dos acciones: la de apoyo del palo en el muslo a la vez que se aprovecha la palanca pasando de posición erecta a sentado (en el caso de Argual), mientras el palo flexa debido al movimiento y a su peso.
La tercera fase es la de descarga, la cual se realiza con un giro de muñeca y con los brazos semiflexionados, sentándose el calabacero (en pie en Tazacorte) y aproximando la mano más adelantada al extremo superior del calabazo. La cuarta fase es la de retroceso, y se realiza girando el calabazo hacia el agua en disposición para llenarse de nuevo.
El gesto técnico que realizan los calabaceros para ejecutar su labor es fruto de años de perfeccionamiento y se basa en continuo cambio de posición erguida a posición sentada, con objeto de facilitar la acción de palanca y de giro de muñecas a la hora del llenado y vaciado del recipiente. Hay que destacar que, en el momento del riego, en todas las regaderas, lugares donde se echa el agua con los calabazos, siempre que sea posible, se sitúan dos calabaceros, uno a cada lado de la misma y de frente al canal o acequia.
El calabacero apenas derrama agua en el trayecto desde el canal a la regadera, situada en el nivel superior, siendo capaz de realizar un movimiento completo en tres segundos, que implicaría elevar alrededor de 16.000-18.000 litros en una hora.
La práctica desaparición de esta actividad por la pérdida de rentabilidad debida a la existencia de otras formas de transportar el agua o nuevos sistemas de riego que abaratan el coste de la mano de obra, ha promovido el paso forzado de actividad laboral a actividad lúdica o deportiva.
Es por esto que, más que de un juego o deporte tradicional sería más riguroso hablar de una actividad laboral tradicional que se ha convertido en deporte. En los certámenes de juegos tradicionales se compite en ver quién eleva más cantidad de agua en un tiempo determinado o también en llenar antes un depósito de 500 litros.