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¿Debemos tolerar la intolerancia?. Nauzet Martín Betancort

Nauzet Martín Betancort

 

Desde mi auto-confinamiento, escribo desde la más absoluta tristeza que se mezcla otras emociones como rabia, impotencia, incredulidad, etc. Puesto que la deriva totalitaria, paranoica, kafkiana y llena de odio vomitado por la extrema derecha de este país, parece el inicio y desarrollo de El cuento de la criada; donde se empezó a hablar de baja natalidad, familia tradicional y acabó convirtiéndose en una dictadura teocrática, las mujeres se convirtieron en propiedad del estado y los colectivos Lgtbi acabaron siendo asediados. Vestigios lejanos que hoy parecen añorar estos nostálgicos y que muchos de sus votantes ignoran al confiarles su voto a esos que promulgan tan nefasta ideología. Estos nostálgicos no parecen proponer nada constructivo. Derribar, desmantelar los derechos que tanta lucha se ha perseguido es su propósito, señalando siempre al extranjero, al inmigrante pobre y de distinto color y religión, y encubriendo al delincuente nacional.

 

Nunca pensé que viviera una pandemia como la que hoy me confina, igual de inverosímil ha sido ver a una mujer de la falange resucitando el mantra nazi: “el judío es el enemigo”. Al tiempo que se vomita este odio, esta fantasía olvidada, lejana que parecía que jamás saldría de las pantallas y veíamos en cintas como El niño con el pijama a rayas o El pianista, o en documentales polvorientos, emitidos en canales para el entretenimiento y que luego nos dejan sin dormir tres días.

 

Me pregunto: ¿Por qué se blanquea al fascista? ¿Es legítima la libertad para expresar odio y no para rapear? ¿Comulga España con los valores europeos? Cierto es que hemos suspendido en historia, crece sin medida ese odio irracional que nos puede llevar a repetir semejanzas de aquella barbarie. A diario vemos a personas que dudan de la ciencia y se ven identificados con la manía persecutoria de una derecha totalitaria, trasnochada, casposa, anacrónica. Me preocupa su discurso, pero me preocupa aún más la letra pequeña que subyace en el fondo de sus gargantas, esa que reluce en pequeños y discretos comentarios, actividades o posicionamientos como su rechazo a la diversidad de género. Recientemente sufrido en la Asamblea de Madrid, donde una diputada transexual tuvo que llamar al orden a otro diputado por su derecho al honor, por su derecho legítimo a ser tratada como la mujer que es, física y legalmente.

 

Confieso, que en ocasiones pasa por mi mente la idea de emigrar, al ver la retro-evolución de este país, temiendo al odio que veo engordar e inflarse cada día, temiendo que algún día crezca tanto y toque en mi puerta. Los inmigrantes, las mujeres, el colectivo Lgtbi, la diversidad sexual y familiar estamos en su punto de mira y vendrán a por nosotros. ¡No se equivoquen! Esta derecha franquista es muy inteligente y sabe como captar y atraer el voto, a través de un lenguaje acorde con el nivel intelectual de sus votantes, es un mecanismo bastante simple, tan simple como el uso de un biberón. ¡No se equivoque! No son pocos, son muchos y tienen mucho odio.

 

Me considero demócrata y totalmente tolerante y recuerdo la paradoja de la tolerancia: Tolero todo menos la intolerancia.

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