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“Calamars en la seva tinta”

 

La importancia de los contenidos en las plataformas televisivas durante la pandemia para la salud mental de la población es una de las cuestiones que nuestros nietos estudiarán en el futuro. Muchas de las tesis doctorales de los sociólogos, y muchos psicólogos del año 2100 versaran sobre cómo se produjo el salto digital durante una época en que hasta las abuelas cambiaron el Nokia 3310 por smartphones de última generación.

 

Y es que hasta hace unos años no había anciana que no quisiera un teléfono para “hablar, con teclas grandes, que yo vea los números”, y en este final del 21 pocas son las octogenarias que no tienen Facebook, ven Netflix, o conocen a las estrellas de la televisión turca por “streaming”, aunque no tengan ni idea, como muchos de ustedes, lo que significa la palabreja.

 

Los dos primeros años de la década de los 20 serán recordados como los del salto digital, para bien o para mal, con sus miserias y con sus certezas, y lo que parece claro es que la única manera de volver atrás es con un armagedon en forma de colapso mundial de microchips (mejor no tentar mucho al demonio…).

 

El crecimiento potencial de las plataformas de videojuegos, de series de televisión, la claudicación de la industria de Hollywood a los estrenos en plataforma, los fenómenos globalizados de adhesión a determinados contenidos, nos ha convertido en expertos visualizadores multitarea, que pasamos de la partida al cinquillo a una lectura rápida del marca, o a terminar el capitulo de la serie que empecé ayer…previo master en Afganistan o en vulcanología.

 

Todo mezclado con unos washaps “a la piba” mientras hablo con los colegas del fortnite de si me compro una metralleta o ahorro para un tanque, o no se… mientras, bailo un poco.

 

 

Todo esto que suena a chufla es el mundo que nos ha tocado descubrir a marchas forzadas, incluso los más frikis dudan de si es más importante lo que dice Ibai Llanos de la situación del Barsa o que Bartomeu pida disculpas por la cantidad de selfies que se hace Piqué. Todo se mezcla y de la coctelera sale un híbrido medio humanoide que ya hasta mi madre entiende, cosa que les prometo no pasaba hace tres años.

 

Mientras, en las pizzerías  del mundo los niños ya no lloran, anestesiados con IPADS y iPhones, en el congreso de los diputados el azote de monárquicos Gabriel Rufian, le dice a Sanchez que tiene que obligar a Netflix a emitir contenidos en catalán si quiere que voten a favor de los presupuestos.  Y a mí me da que esto de los calamares está volviendo tarumba a más de uno, el otro día un conocido decía en las redes que como le gustan a él los calamares son compuestos, estos de Esquerra los quieren en “la seva tinta”, no sea que nadie vea lo que pasa.

 

Las plataformas de contenidos han salvado muchas cabezas, pero otras las destartala por momentos.

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