Las Apañadas, los tiempos
Las apañadas han ido moviéndose con los tiempos, lo que antes era economía de subsistencia ahora es tradición, cultura y patrimonio inmaterial
Los cambios en los modelos económicos y sociales que Fuerteventura ha venido desarrollando desde la segunda mitad del siglo XX ha colocado a la actividad ganadera de costa en un lugar cada vez más relacionado con la tradición que con la economía, aunque es cierto que todavía muchos ganaderos siguen estableciendo en esta forma comunal de tratamiento del ganado una relación social y económica.
En este sentido, y como ya hemos avanzado en anteriores entradas, hasta este cambio en los modelos socioeconómicos que trajo el turismo, las apañadas tenían una regularidad más estable, “(…) en la mayoría de las zonas de costa había establecido unos días fijos al mes para cada una de sus apañadas. De esta manera no era necesario el nombramiento de la apañada, ya que todos los ganaderos de la zona ya conocían el día y el lugar en el que se iba a celebrar”, según avanzan Allende y Edgar en La Cabra de Costa de Fuerteventura.
«(...) se pegaba a apañar el día primero en la zona aquella de Monte Agudo, que todo está dentro del Mancomún de Antigua, en el municipio, el día dos en Pozo Negro, el día tres aquí en la Cueva donde estamos y el día cuatro aquí en el Valle de Jacomar, todos los meses. Todos los meses de Dios, fijo, fijo, fijo (…) antiguamente era así, se apañaba desde el día primero hasta el día cuatro y que no le dijera uno: ‘Que es que no, que es que el día primero...’ Fuera un jueves o un viernes, no... si el día primero cuadraba que era un lunes, el lunes había que apañar, el martes después era en Pozo Negro, en la Cueva y en Jacomar, todo ahí no se saltaba un día ni nada, ni se estaba esperando que fuera un día de fiesta ni nada (…).» (Nicolás Herrera Cabrera, 1937, comisionado Antigua Sur).
Sin embargo estamos ante un cambio en la actividad ganadera de manejo extensivo de Fuerteventura. Mientras que en la antigüedad proporcionaban al pastor la carne, leche y piel necesario para subsistir, hoy se ha convertido en muchos casos, en una costumbre arraigada en el sector, que reúne no solo ganaderos, sino amigos para continuar con las tradiciones que conocen de sus antepasados, apañar el ganado, marcarlo, y disfrutar de su carne.
Es ahora cuando la actividad ganadera va perdiendo su sentido económico como recurso y pasa a convertirse en costumbre, cuando comienza la obligación por parte de las instituciones de preservar este patrimonio genético y etnográfico que encierra.
En este sentido el Consejero de Ganadería, Agricultura y Pesca del Cabildo Insular, David De Vera plantea que“se hace imperativo conocer su problemática, única forma de crear herramientas que pongan soluciones y permitan la conservación de este importante patrimonio. Para la Consejería Las Apañadas y todo lo relacionado con la tradición del Ganado de Costa tiene un valor sublime dentro de nuestra cultura, y por tanto merece la máxima protección”
Los cambios mencionados en la sociedad de Fuerteventura hace que el interés de las nuevas generaciones por las apañadas se reduzca, y además los apañadores interesados tienen que compaginar esta actividad con otro trabajo. Son estas circunstancias las que han obligado a establecer otro tipo de calendarios más acorde a los tiempos, “para facilitar una mayor asistencia y asegurar así su realización”
«(...) pero ya habemos pocos y tenemos que buscar porque, este señor, que en paz descanse, mismo decía: ‘No, es lo mismo un día que otro.’ No, porque el que está trabajando no va a perder de trabajar para ir a una apañada porque vive de eso.» (Vicente Hernández Santana, 1946, comisionado de Betancuria).
El calendario era diferente
De esta forma la temporada de apañada “se iniciaba en los meses de invierno, normalmente realizando apañadas valle por valle y volviendo a comenzar por el principio cuando se terminaba la primera ronda de apañadas”.
«(...) en enero pegaban, desde el uno de enero y se pegaban todo el mes hasta que terminaban, se apañaba valle por valle y se contaban, se contaban... (...) bueno eso se pegaba el uno de enero y después se apañaba eso, a lo mejor se empezaba por el Jable, de Matas Blancas para acá, y después seguían Pecenescal o la Tierra Malas y Pecenescal, Los Canarios, Mal Nombre y algunas veces apañaban dos valles juntos, hacían apañadas más grandes, como hoy más o menos y eso es lo que teníamos antes aquí, no había otra cosa.» (Miguel Viera Torres, 1931, ganadero de Morro Jable).
Por otro lado existían algunas excepciones, dependiendo del otro actor de esta obra ancestral, la cabra y los baifos. “las apañadas pueden retrasarse si se observa abundancia de crías muy pequeñas a fin de no ‘deshijar’ el ganado”
«(...) cuando los baifillos eran muy pequeños a lo mejor las retrasábamos para no desahijarlas, pues si apañábamos y las veíamos paridas de chiquitos las íbamos dejando atrás, pero un baifito desde que tenga cuatro o cinco días ya no se queda, ya no se queda atrás.» (Antonio Cabrera Morales, comisionado de Puerto del Rosario).
El fin de la temporada de apañadas llega con el verano, “en este momento van cesando las apañadas para descanso del ganado y de los apañadores” explican Edgar y Allende en La Cabra de Costa de Fuerteventura, “aunque en ocaciones “se realizan apañadas en estos meses para recoger el ganado que esta ‘flaco’, para alimentarlo y darle de beber cada ganadero en su finca”.
«(...) en el verano, a lo mejor, no apañamos tanto porque los animales están flacos y entonces para no estar abandonando los animales mucho, pues dejamos correr esos meses y empezamos en el invierno otra vez.» (Martín Cano Clavijo, 1963, comisionado de Tuineje).