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La revolución-adicción digital impacta en el desarrollo de los niños

El uso excesivo de la tecnología provoca mayores dificultades para enfrentar la frustración y las interacciones sociales

 

  • Redacción NoticiasFuerteventura
  • Claudia Sáez

     

    Los niños ya no nacen con un pan debajo del brazo, ahora lo hacen con una ‘tablet’ o un smartphone. En la era digital, las pantallas se han convertido, con el paso de los años, en una parte integral de la vida cotidiana de cualquier persona, y especialmente de los más jóvenes. El uso excesivo de estas tecnologías ha provocado un aumento alarmante en la adicción a las pantallas entre los niños, lo que genera serias preocupaciones en su desarrollo físico, emocional y social.

     

    Vivimos en un mundo lleno de estrés y rapidez, lo que nos lleva a reaccionar de forma nerviosa y a sentir que no contamos con las herramientas necesarias para manejar eficazmente situaciones cotidianas. Ante ello, muchas familias se sienten desbordadas y sin tiempo para lidiar con las emociones de sus hijos. Ante esta situación, darles el móvil o la 'tablet', e incluso encender la televisión, se convierte en una de las maneras más efectivas para calmarlas. Sin embargo, este recurso produce a largo plazo que el niño no aprenda a gestionar las emociones y tenga una mayor dificultad frente a la frustración, ya que necesita la sobreestimulación constante del aparato electrónico.

     

     

    Así lo confirma para TIEMPO DE CANARIAS la psicóloga clínica especialista en familias, Laura Chamorro, quien señala que el uso excesivo de estos dispositivos tiene un impacto considerable en el desarrollo emocional, social y lingüístico. Este fenómeno afecta negativamente a las habilidades de los niños, especialmente en lo que respecta al lenguaje y a las interacciones con los otros. “Afecta considerablemente al lenguaje porque no estamos teniendo un contacto visual, y el menor no puede ver cómo articulamos a través de las palabras”, menciona la experta, explicando que esto provoca una limitación en su capacidad para imitar y aprender del entorno que lo rodea.

     

    Los efectos de esta sobreexposición a las pantallas no solo se limitan al lenguaje. Según manifiesta Chamorro, los niños que están más expuestos a las tecnologías durante largos periodos de tiempo también experimentan un desarrollo social más inhibido. “Son niños más retraídos en lo social. Les cuesta más establecer relaciones, generar empatía y desarrollar sus habilidades de comunicación. Al final, estas habilidades se aprenden cuando interactúas con otros, no cuando solo estás en contacto con una máquina”, recalca la psicóloga.

     

    La sobreestimulación de los aparatos electrónicos puede acarrear consecuencias en la concentración del niño

     

    Otro aspecto importante que destaca es la sobreestimulación a la que los niños están siendo sometidos. Los dispositivos electrónicos suelen ofrecerles un sinfín de estímulos: luces brillantes, música, sonidos y movimiento constante. Esta sobrecarga sensorial puede tener consecuencias en su capacidad de concentración y en su tolerancia al aburrimiento. Chamorro menciona que “acostumbrar a los niños a estar siempre en actividad, siempre distraídos por estímulos externos, hace que, cuando tengan que enfrentarse a situaciones de espera o quietud, como en una sala de espera de un médico o en un restaurante, no sepan qué hacer. Se convierte en una adicción a la búsqueda del estímulo constante”.

     

    El resultado es una dependencia de la tecnología que afecta no solo a su desarrollo emocional y social, sino también a su bienestar a largo plazo. El exceso de exposición a dispositivos podría generar una necesidad constante de estimulación, lo que se traduce en dificultades para manejar situaciones cotidianas que requieren más tolerancia,  paciencia y autocontrol. En este sentido, expertos aseguran que en la primera infancia -0 a 3 años-, que es cuando se forma la inteligencia, la personalidad y el comportamiento social, los niños deben recibir el cuidado y atención que necesitan para evitar déficits en su desarrollo. Lo recomendable es que los bebés de 0 a 2 años no tengan contacto alguno con las pantallas; de 3 a 5 años, lo deseable es que las utilicen menos de una hora al día, y de 6 a 18 años, menos de dos horas diarias.

     

    Cómo reconocer el ‘pantallismo’ en niños y adolescentes

     

    El "pantallismo" nace como consecuencia de la dependencia excesiva de las pantallas de los dispositivos digitales, un fenómeno que está en auge, especialmente entre los adolescentes. Se trata de un hábito caracterizado por el uso excesivo de redes sociales y videojuegos, que suele ser prolongado en el tiempo. Esta conducta tiene efectos negativos en la salud física y mental de los jóvenes, y también afecta sus relaciones familiares, sociales y su rendimiento académico. Los expertos indican que uno de cada cinco niños y adolescentes padece adicción a las pantallas. Además, los adolescentes que pasan más de tres horas frente a los dispositivos tienen un mayor riesgo de sufrir ansiedad o depresión.

     

    Laura Chamorro señala que cada vez es más común encontrar casos de adicción a la tecnología entre los adolescentes, lo que está generando una evidente separación en la dinámica familiar. La especialista explica que los jóvenes pasan tanto tiempo conectados a sus dispositivos que sus hábitos familiares se ven alterados. "Estoy viendo muchos casos de adolescentes que ya no comen con sus padres, prefieren llevarse el plato a la habitación para jugar con su ordenador o estar en las redes sociales", comenta Chamorro. Este comportamiento no solo refleja una dependencia de la tecnología, sino también una desconexión emocional y social con sus familiares, lo que puede tener consecuencias negativas en su desarrollo y en la calidad de las relaciones con sus seres queridos.

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